Recuerdo la primera vez que te vi.
Yo necesitaba ayuda urgente. Pronuncie tu nombre y cuando te giraste tus ojos se posaron en mi como una abeja desciende sobre la flor. Tu cejo fruncido y la mirada felina se clavaron en mí e hicieron que por un momento perdiera la compostura.
Olvide el nombre de la persona por la que te quería preguntar en ese momento en el que fui alcanzado por el trueno. Se esfumó de mi mente y mientras mi cabeza rastreaba en la lista de nombres posibles mi boca soltó un nombre cualquiera, el primero que se me ocurrió, al azar. Tú te reíste en una carcajada contenida por las manos sobre los labios. Luego te expliqué lo que necesitaba y tú asentiste con la cabeza. Mientras tu amiga, o la que te guarda las espaldas tenía los ojos clavados en mí y la daga dispuesta como si yo representara una jodida amenaza. En aquella semana en que todo sucedió yo estaba solo y confundido y tú eras el puente necesario en mi camino a la salvación.
Así pasaba el tiempo, los días se sucedían sin apenas gloria. El sol se ponía cada mañana sobre el pico del edificio de enfrente, la luz incidía con fuerza en la sala desde el ventanal que hay a mi espalda mientras los coches formaban, como cada mañana, una larga fila que no tenía fin sobre el puente, y las palmeras sacudían sus hojas zarandeadas por los vientos de otoño y aquella bandera verde y blanca ondeando apaciblemente sobre el cielo gris.
Dentro todo seguía igual, la vida fluía en un agradable murmullo y yo te miraba desde la lejanía impersonal de las relaciones de oficina sin recaer en ello. Recuerdo que por el cumpleaños de una compañera, que es muy amiga tuya, y que es mi enlace o mi mentora desde el primer momento que la conocí dentro de aquella oficina nos encontramos por segunda vez. Pensaba que te caía mal, o esa fue la primera impresión que me llevé, ya te digo, con lo del rayo... dicen los que hablan y por eso entienden menos que eres borde porque nunca das los buenos días al entrar, norma, por otra parte, de mínima cortesía; y te he visto reñir a la gente que no se adapta a tu forma de trabajar. Decían que eras una jefa cabrona, y yo les decía que puede. Pero yo sé a que sabe la hiel y lo que es un jefe cabrón. Tú para el que lo sabe te acercas más al hidromiel
Luego sucedieron todas aquellas cosas. Estuviste unas semanas fuera por motivos ajenos a ti y luego vino aquello otro. Yo vivía el día a día sin pestañear, como la estatua aquella que yo me creo, inapasionada, con aquella consciencia de mi otro yo. Cuando volviste eras como las cenizas del ave fénix y allí mismo vi surgir el nuevo ser. Primero se vio el pico elevarse hacia el cielo sobre un cuello majestuoso, luego aquel bello plumaje y por último la cola emerger con gracia. Apenas se notaba el bajón. Yo estaba entonces a tu lado, ya era el viento que se genera al caminar por el pasillo y que llega como brisita marinera en esa sala cerrada e inhóspita en la que si hay abundante luz, apenas, por contra, llega brizna de aire fresco; era la brisa que acaso alguna vez despeino tu cabello. Tú no tenías ojos para mí, y sigues sin tenerlos, y yo todavía estoy dentro de aquel círculo extraño que yo mismo dibujé y del que no se puede salir sin que se den ciertas condiciones.
Hace semanas que estoy intranquilo confieso, apenas duermo bien como debería. Las cosas han empezado a caminar por un cauce inesperado en un giro de película tarantinoniana y debo poner mucho esfuerzo en seguir siendo ajeno. Cada vez me cuesta más mantener hierática la figura cuando te veo entrar y con mucho esfuerzo lo logro. Hay una angustia vital que me invade y a la vez una luz que parpadea dentro de mí y me produces cosquillas. Soy como cuando el fuego muerde y lame las últimas estructuras de una casa de madera y se oye el crepitar de la combustión mientras se hunden los últimos cimientos y saltan millones de chispas amarillas y rojas que se dispersan por el aire y ya no hay nada más que pueda arder sino cenizas.
Temo luchar otra vez para apagar este fuego que prende con fuerza insuflado por una poderosa energía. Tal vez deje que se enciendan las llamas y arda mi figura hierática como perro de paja con el propósito loco de volver a renacer y al fin volar libre, ya fuera del círculo, constituido en una nueva energía limpia y poderosa, desprendido de lo innecesario, como tú renacido de las cenizas y con un único propósito: dirigirme con paso firme hacia el comienzo de mi nueva vida.
tEXTO E IMAGEN :d
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