La ruleta Rusa al estilo Veracruz

Subject: La ruleta Rusa al estilo Veracruz
Date: Mon, 28 Jan 2013 17:37:23

olas y holos a todas y todos,

Ya hacía mucho que no escribía ninguna historia, con tanto va y ven no me sentaba a redactar. Creo que la última buena fue hace ya más de dos años, "El brujo pirujo y sus muertos" (si alguien no la llegó a leer que me avise y se la envío, esta interesante). Digamos que esta que os escribo es la segunda de lo que me parece que va a ser una trilogía, como las que le gustan a Peter Jackson pero sin efectos especiales. A muchos de vosotros ya os la he contado en persona, creo que a la mayoría no, así que ahí os va... por cierto, esto sucedió hace menos de un año.

Para los que se quedaron atrasados con mis movimientos laborales, tras dos años trabajando en Querétaro (200 Km al norte de México DF aprox.) en la empresa española me pasé a una empresa 100% mexicana, en esta estuve trabajando durante un año en Tuxpan, un pueblo semi-abandonado estilo La Habana en el estado de Veracruz, en una de las playitas del golfo de México.

Para llegar a este pueblo en medio de la costa, rodeado de una selva montañosa sólo había dos opciones, una atravesar la selva y la otra rodearla, ambas en autobús porque conduciendo uno mismo era un coñazo. Por supuesto existía la opción avión pero desde el principio la descarté por cara y porque el mini aeropuerto de esta zona de México estaba continuamente cerrado por la niebla que todos los días se formaba por tantísima humedad (frecuentemente superior al 90%). De las dos opciones viables, la de atravesar la selva era la que más me convencía pues eran un mínimo de 8 horas de viaje para recorrer algo más de 450 Km. La opción de rodear la selva eran 12 horas para recorrer casi mil Km, eso ya era demasiado tiempo. De todas formas las dos opciones eran demasiado, teniendo en cuenta que ese viaje iba a hacerlo dos veces por semana. Pero vamos, que la cuestión tiempo no era muy preocupante puesto que ese viaje lo hacía de noche y lo dedicaba a dormir.

Al principio me resultaba incómodo que el autobús (o camión como le dicen en México) era un guajolotero. Se le dice guajolote en México a los pavos. Así que este autobús era un transporte de personas… y a veces de sus animales de granja… eso es un guajalotero. Por eso era un coñazo, porque hasta que no te acostumbras a ese olor tan rico a campo y a los asientos con manchurrones de quien sabe qué y de quien sabe cuándo pues se pasa mal, y más cuando te llevas 8 horas ahí metido. Pues nada, como el cuerpo es duro uno se adapta a las circunstancias y tira hacia adelante, tratando de disfrutar de todo. Por supuesto había otro tipo de autobuses pero las combinaciones eran imposibles y los horarios peor.

Pero el coñazo más grande era que, al ser la única carretera que iba hacia esa zona del país y esta no era una autovía si no una carretera muy chunga, cuando había un accidente allí todos mamábamos hasta que se solucionaba el problema. Recuerdo en una ocasión que un camión tuvo un derrame de gasolina por esas carreteras durante varios kilómetros y el conductor de mi autobús se fue de valiente e intentó avanzar para cumplir con su horario. Esa vez comprobé que los autobuses tienen ABS y que pueden derrapar igual que un coche en las curva. Lo que pasa es que en una de las curvas, al ser montañoso, el autobús no pudo subir cuesta arriba, así que gracias a eso nos ahorramos el sufrimiento. Al final estuvimos tres horas parados esperando a que se evaporara la gasolina, vamos, nos quedamos nosotros y todos los que estuvieran detrás del camión o autobús. Historias así al menos diez parecidas, en la que menos estuve una hora parado y en la que más cinco, todo un lujo de camino, accidentes, derrames, derrumbes, en fin un poco de todo.

Se me olvidaba contar otro detalle importante y es que en ese camino, el tramo que transcurre por la selva (200 Km) donde siempre ocurrían los accidentes, no había estaciones de servicios, bares, gasolineras, señal de móvil… durante ese tramo estábamos incomunicados, así que imaginad cada vez que había un evento de este tipo era un coñazo porque no sabías cuanto tiempo ibas a estar ahí, así que siempre llevaba conmigo una barrita energética o un refresquito para sobrevivir si nos quedábamos allí mucho tiempo.

Conforme pasaban las semanas iba conociendo la gente de la zona y del nuevo trabajo. Poco a poco me fui enterando que aparte de accidentes, por si fuera poco, en esa carretera también había algún que otro asalto. Cuando supe eso de los asaltos empecé a vivir de forma diferente los viajes en autobús. Cada vez que se paraba el autobús a mitad de camino me entraba la paranoia… ¿será un accidente, será un pasajero o será un asalto? Así todos los viajes, con un estrés de locos, era como una ruleta rusa.
Así hasta que un día, otra noche cualquiera de uno de estos viajes, el autobús se para, como siempre, y se suben tres colegas… con pinta muy chunga (esto no es muy extraño por aquella zona). La diferencia con otros que se habían subido en otros viajes era que dos de ellos llevaban algo parecido a una metralleta (en México le llaman cuerno de chivo) y otro una pistola normal y corriente de las películas del equipo A. Ellos tenían pinta chunga pero a mí me dio un chungo cuando los vi subir, me entró un mareo que para mí, parar mis adentros me decía: ”se acabó, hasta aquí llegué”, y más aun comparándome con los otros pasajeros, todos muy muy morenos de piel, casi todos campesinos o vaqueros, y yo que era un copito de nieve en medio de la noche. Se me pasaban mil cosas por la cabeza y a la vez sentía como si fuese a perder el conocimiento, horrorosa la sensación.

De los tres tíos, el que lleva la pistola, que va en última posición comienza a decir más o menos esto: “Buenas noches señores y señoras, somos personas de la región que normalmente pedimos una colaboración voluntaria, pero como no es suficiente la aportación hemos cambiado la forma de recaudación y nos vamos a llevar a tres de ustedes”. No me podía creer lo que estaba sucediendo y lo que acababa de escuchar.
En ese momento, el primero de los tíos coge por el brazo a uno de los pasajeros que estaba sentado en una de las primeras filas (yo estaba sentado en una de las filas de la mitad trasera del autobús). El pasajero empieza gritar que por qué él, que no se lo llevaran por favor… pero nada, lo bajaron del autobús. ¡Que marrón! La gente estaba toda en silencio, claro, supongo que para no llamar la atención no fuera a ser que por eso te llevaran a ti también.

El segundo de los tíos empieza a avanzar por el pasillo del autobús, escoltado por el colega de la pistola. A dos filas por delante de mí se detiene y le dice a otro pasajero: “le importa levantarse y venir conmigo?” el pasajero comienza a gritar: “no por favor! Que tengo dos hijos que voy a verlos ahora!”. El asaltante lo fuerza a levantarse mientras el pasajero no paraba de gritar hasta que él le da una especie de golpe con la metralleta para que deje de protestar. Entre forcejeos lo acabaron bajando. Qué situación más fuerte.

Quedaba un asaltante, el de la pistola. Empezó a avanzar por las filas del autobús. Veo que cada vez está más cerca de mi zona. A todo esto yo llevaba la capucha de la sudadera puesta, así que conforme veía que se iba acercando el asaltante traté de ocultar mi cara lo máximo posible, mirando al suelo, sin moverme muy rápido para no llamar la atención. Llegó un momento en el que ya no veía lo que estaba pasando por la capucha, sólo me guiaba por el sonido. Los pasos se escuchaban más cerca, estaba avanzando muy despacio supongo que observando la cara de las personas o la apariencia… quien sabe. Cada paso que daba lo sentía más intenso, en mi cabeza se me pasaban mil situaciones, formas de salir corriendo, esconderme debajo del asiento (ya era tarde), incluso imaginaba, sabiendo que me iba a escoger, la forma en la que iba a tener que salir corriendo por la selva en nada que bajara del autobús. Estos pensamientos fueron rotando al ritmo de sus pasos. Ya estaba a mi altura, me costaba controlar mi cuerpo, el miedo me hacía temblar pero trataba de disimularlo a toda costa. ¡Se detuvo justo ahí! ¡Al lado mía! Podía ver sus zapatos a 50 Cm de los míos, llenos de barro y estilo militar. Contuve la respiración, ese instante se me hizo eterno, ni si quiera era consciente de donde estaba o que hacía ahí, pero supongo que todo fue cuestión de segundos… hasta que abrió la boca y dijo “a ver usted, venga conmigo”. ¡Sus muertos! ¡Me lo dijo a mí! ¡Mirando hacia mí!! Si ya estaba paralizado de antes ahora más, el miedo pasó a ansiedad, mis pensamientos ya eran más catastrofistas que antes, no quería moverme, no quería mirarle, no quería estar en ese autobús.

En el momento que asumí la situación y decidí levantarme para irme con él vuelvo a oír una voz, pero esta vez viene del asiento justo detrás de mí que dice “no por favor, nooo, no me hagan esto, tomen lo que quieran…” Se que dijo muchas más cosas pero ahí ya supe que me había librado, mi cuerpo en gran medida se desconectó del alivio. Me libré, no me lo podía creer, fue tanta la relajación después de tanta tensión que tengo que reconocer que me llegué a mear encima un poco, no sé si al relajarme o antes con el miedo. Bajaron del autobús los dos, el asaltante dio las gracias y las buenas noches a todos en un acto de cinismo.

En el momento que pisaron la carretera el conductor del autobús se puso en marcha a toda ostia. Muchos de los pasajeros empezaron a hablar, a insultarlos y a mirar por la ventana como nos alejábamos de los asaltantes y los rehenes. Yo estaba como en el limbo y en estado de shock, no hablé con nadie ni miré a nada. El autobús no volvió a parar más hasta que llegamos a la última parada.

Ese día llegué al trabajo dos horas tardes, que en realidad no importaba, sobre todo porque a lo largo del día supe por personas del pueblo que las personas que bajaron del autobús fueron asesinadas…

¡Un abrazo a todos!
PD: con estas historias no pretendo hacer juicios ni comparaciones y mucho menos generalizaciones, son simplemente experiencias.

tEXTO :OC

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