El hambre

éste hambre, un hambre atroz, es como un tigre que araña mis intestinos y los devora. Para no mortificarme y apaciguar un poco a la fiera como un trozo de chocolate que me ha dado mi compañera a la derecha. Es un chocolate fino con forma de muñeco, con un envoltorio brillante que tiene pintado una figurita humana. Cuando he disimulado el hambre con este leve bocado le sonrío y sigo con lo que estaba.

Que música más amarga esta que llega desde mis intestinos, el rugido de las tripas en esta mañana lóbrega y el repiquetear de los teclados, con qué ansia observo a través de los ventanales de mi celda de cristal esta fría mañana de invierno con cielo despejado, con que pereza se mueve el segundero, llevando sus segundos más allá; como si una paloma caminara sobre el tejado, y su pisadas produjeran un sonido que se dejara caer hasta mi oídos: tic, tac.

¿Qué sueño es este que me embarga? Ahora las tripas empiezan a sonar de nuevo. Este ruido es producido por el aleteo de cientos, tal vez miles, de pequeñas mariposas; ¡y que de cosquilleos hay en mi estómago!, leves ensoñaciones que provocan cierto fulgor, como luciérnagas en la noche danzando a la luz de la luna en el claro del bosque. Allí estoy yo y no me siento tan solo.

Luego la música sigue girando hasta las tres como larga hilera de hormigas que avanzan en marabunta hacia el confín de los bosques, allí trepando y allí devorándolo todo a su paso, en filas armónicas la formación llega hasta límites insospechados. Avanzan por mis venas y salen por los poros de la piel, mi alma corrupta se consume con mi carne, cuantos me querían a mí ya se han esfumado.

tEXTO ;d

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