Las bases metafísicas del Wabi-sabi

¿Cómo es el universo?

Las cosas evolucionan hacia o desde la nada.
Cuando el anochecer se acerca a los valles, el viajero se pregunta dónde buscar cobijo para pasar la noche. Ve altos juncos creciendo por todos lados, los junta en una brazada, erguidos tal y como se mantienen en el campo, y los ata por arriba. Presto, una choza de hierba viva. A la mañana siguiente, antes de embarcarse en una nueva jornada de viaje, desata los juncos y presto, la choza se deconstruye, desaparece y vuelve a convertirse en una parte prácticamente indiferenciable del amplio campo de juncos. El paisaje original parece restaurarse de nuevo, pero quedan trazas minúsculas del refugio. Algún junco doblado o entrelazado aquí y allá. Queda también la memoria de la choza en la mente del viajero, y en la mente del lector que lee la descripción. El wabi-sabi, en su forma más pura e idealizada, se refiere precisamente a estas delicadas trazas, a esta evidencia evanescente, en las fronteras de la nada. \#19\

El universo, mientras se destruye, también construye. Nuevas cosas emergen de la nada. Pero no podemos determinar realmente, mediante una observación superficial, si algo está evolucionado hacia o desde. Si no supiéramos que es de otro modo, podríamos confundir un niño recién nacido —pequeño, arrugado, doblado y un poco grotesco— con una persona muy vieja al borde de la muerte.
En representaciones wabi-sabi, quizás arbitrariamente, la dinámica de la evolución "hacia" tiende generalmente a manifestarse en cosas un poco apagadas, más oscuras y poco llamativas. Las cosas en evolución "desde" tienden a ser un poco más luminosas y brillantes, un poco más claras y ligeramente más llamativas. Y la nada en sí misma —en vez de ser un espacio vacío, como en occidente— vibra de posibilidades. En términos metafísicos, el wabi-sabi sugiere que el universo está en movimiento hacia o desde lo potencial.

 \#19\ Otra metáfora visual para las cosas que empiezan a ser o que terminan su existencia dejando los más sutiles indicios, es la flor del cerezo, una de las imágenes más potentes (y esteriotipadas) de la cultura japonesa. Cada primavera los cerezos florecen durante una semana como máximo. Pero en cualquier momento una tormenta o un viento repentinos pueden provocar la caída de las delicadas flores rosadas.
Durante este breve momento de posibilidad, grupos grandes y reducidos de gentes despliegan mantas y esteras bajo los cerezos por todo Japón. En ese instante el sitio (la antítesis de una estructura formal) y el acontecimiento se crean al unísono. El poder perdurable y profundo (wabi-sabi) de esta imagen de los cerezos en flor proviene de nuestro conocimiento siempre presente de lo efímero de la realidad. Un momento antes no había flores. Dentro de un momento no habrá flores...

El TEXTO Y LA IMÁGEN son un extracto del libro:

El Wabi-sabi

Para artistas,
Diseñadores,
poetas y
Filósofos

Leonard Koren

Wabi-sabi es "la" quintaesencia de la estética japonesa. Es la belleza de las cosas imperfectas, mudables e incompletas.
Es la belleza de las cosas no convencionales...

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