Crónicas de Baech

oloqué la camisa sobre la silla. Fuera, en la calle, harían unos 42 grados a la sombra. Encendí el aparato del aire y puse una brisa suave. Pero antes me había reunido con él. Tenía las persianas bajadas y veía en la penumbra un programa en el que concursan jóvenes talento. Fue un encuentro breve pero distendido.  Preguntó que como me iba el trabajo. Dije que bien. Conté mis planes de vacaciones de este año. Me despedí dando dos besos y salí de la casa.
Mi madre me recibió con los brazos abiertos ya que hacía unos días que no nos veíamos. Yo ahora vivo fuera así que pasa algún tiempo antes de vernos. Sobre la mesa un cocido que me supo a gloria y la pringá. Entré en la que ha sido mi habitación durante tantísimo tiempo. Esta esa lámpara sobrecargada de detalles que tiene como unos tulipanes alrededor y esa fotografía en la que sale una Marilyn jovencísima junto a un retrato de Muhammad Ali en el Convention Hall de Miami Beach. El suelo de madera es nuevo y también las ventanas pero el ambiente es retro. Me acosté con la intención de dormir un poco pero no podía. Le daba más y más vueltas a mi situación actual.
Cuando salí al portal vi todos aquellos edificios del barrio. Los naranjos en los arriates dispuestos en hileras, las palmeras altas como un edificio y la morera. Está la fábrica de artillería con su extractor de cuatro aspas girando sin detenerse desde mucho antes de que llegáramos a Sevilla y  la carretera que era por donde iban las antiguas vías del ferrocarril. Al fondo el puente de San Bernardo y debajo el parque de bomberos.
Subí al coche y jalé las marchas; no sin antes echar una última mirada al enorme edificio de ladrillo rojizo. En la fachada había muchas casas cerradas con el cartel de: se vende.

Fin

tEXTO: D

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