Siete dias

Me gusta la flor que asoma desde mi maceta en la ventana. A primeras horas de la mañana recibe un baño de sol. Temía que se marchitara y, a pesar de las condiciones del clima, ha sobrevivido al riguroso invierno y a los infortunios. Hubo una semana en la que apenas se vio el sol en el cielo. Casi siete días en los que no paró de llover…

Pero sigue ahí, a veces mecida por el viento, como venida de un lugar extraño muy distante en el tiempo. Su forma evoca las altas mesetas del sur y aquellas delicadas flores azulonas con cualidades curativas que nacían únicamente en los riscos escarpados de las montañas. Con ellas en la mano, más de uno que las atrapó, perdió incluso la vida. Y en los caminos que ascendían hacia el pueblo, sobre riscos de mil pies, era costumbre señalar el lugar en el que se sesgaba una vida con ramas entrecruzadas formando una cruz...

Ahora que lo recuerdo parece el destino querer burlarse de mí. Porque yo siempre he sufrido de vértigo y a menudo me despertaba entre sudores soñando que la tierra desaparecía bajo mis pies.  Fue un tema muy recurrente hasta cumplir los 11 años.

La planta de las flores en mi ventana la compre muy cerca de lo que ahora es mi casa. La chica que me las vendió dijo que me darían suerte y por eso las compré. Necesitaba la fortuna de un amuleto y recordar una vez más el sendero de los riscos, la flor que brotaba de mi mano, el susurro del abismo y  mis pies sobre la piedra nunca se sintieron tan seguros.

FIN

tEXTO: D

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