Amarás al líder

Luego termine desayunando solo, tal como había empezado.
Eran los días primaverales más calurosos que yo había conocido y mientras caminaba pegado a la pared de cristal tintado del hotel se me ocurrían infinidad de historias. Era mi favorita la de Sansón cuando derribaba los pilares del templo sepultando a profanos y creyentes o la de Moisés infestando todo Egipto con sus plagas. Ahora nadie quería ya escuchar mis historias, la del bastón que hacía abrir las aguas del Mar Rojo o la temible muerte de todos aquellos primogénitos. Me contentaba ya no con la conversación sino con el piar de los pájaros. A menudo desayunaba bajo la sombra proyectada por un gran chopo, en el extrarradio de la ciudad, donde parecen converger todas las carreteras del estado.

El Gigante había decidido que ese era el mejor lugar para desayunar. Había allí una plaza con una gran bandera verde y blanca deshilachada por el paso del tiempo, y unas palmeras bien cuidadas frente a una estatua con los brazos extendidos hacia el este.
A El Gigante le gustaba hablar de coches y motos. Nunca me aburrió su conversación y yo le tenía en gran estima. Eso fue hasta que le cambiaron de departamento y ya no coincidimos después.
Luego de eso ya no busque la compañía de nadie más en la hora del desayuno y me dedique a esperar. La sala espaciosa me opresionaba aunque cada vez estaba más vacía. El ambiente aquel sofocante y el ruido persistente del aire acondicionado me hacían esperar la hora de salida con gran ilusión. Recordaba los tiempos en que en la sala apenas se cabía y El Gigante estaba en la mesa de enfrente. Las sillas y el mobiliario se le quedaban pequeños a tal criatura produciéndole infinidad de molestias. Siempre estaba mirándolo todo con sus dos grandes ojos de búho y cuando lo recuerdo me entran ganas de echarme a reír.

Digo que la situación había cambiado de aquí a tres años atrás. De la gente con la que coincidí cuando llegué apenas quedaba ni el recuerdo y los de ahora me resultaban desconocidos y yo lo prefería así. No hacía ningún esfuerzo por socializarme y mis conocidos se reducían como a seis personas. Lo nuevo buscaba su espacio con tal voracidad que lo viejo, lo antiguo, se veía obligado a replegar y hacer espacio. Si no es porque yo era cauto y precavido y porque todavía tenía capacidad de presión otros gallos hubieran cantado...

Luego está la historia que sucedió en el cuarto de baño. El cuarto de baño de los chicos da a un callejón deshabitado en el que nunca sucede nada aparentemente. Hay buenos ventanales por el que entra abundante luz y este espacio se divide a su vez en tres espacios cerrados. Pues un día voy y entro y me pongo en el urinario que hay, casi silbando y todo estaba. Y veo que algo se mueve en el suelo con gran cautela, dando pasos de paloma se diría, por el rabillo del ojo. No os figuráis lo que era porque yo todavía no termino de creérmelo del todo y al que se lo cuento casi me tacha de loco si no es porque todavía tengo credibilidad y saben que mi fantasía no da para tanto. Lo que había en el suelo avanzaba hacia mí con sus pasitos cortos y ladeando el cuerpo a cada paso. La escena me recordó aquel libro 1984 y cómo hubiera reaccionado su protagonista Winston Smith en mi situación. El espacio de escape se quedaba pequeño y aquella criatura no paraba de avanzar. Quedaban unas pocas de baldosas cuando cambió de dirección y fue hacia una de las puertas que estaba abierta. Yo me quedé quieto, rígido, no me quería mover; admirado de la naturaleza y de su capacidad de crear fauna.

Cuando estuve fuera y pude respirar bien camine un rato por el pasillo cuyas luces se encienden solas si notan tu presencia y cuando tardan en encenderse piensas que es porque no tienes alma. En la sala estaba mi jefa. No me he alegrado tanto de verla como aquel día desde que la conozco.
Luego de eso nunca volví a ser el mismo, algo había cambiado en mí, lo interpreté como un mensaje, una visión, una señal del de arriba o tal vez del de abajo. Querían que mis chakras estuvieran alineados y lo habían conseguido con ese encuentro fortuito. Y cada vez que tengo que entrar en ese espacio me acuerdo de la habitación 101 y siento un amor profundo por el líder.

FIN

tEXTO :D

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