Gallo fino no extraña gallinero

La noche es cálida. Las ramas y los troncos de la caña parecen cuerpos extraños que infunden misterio y desatan la imaginación. Entre las copas de los arboles con dificultad se deja ver en el cielo un pico de luna. No hay nada a mi alrededor salvo un montón de hojas amontonadas concienzudamente en el suelo que me sirven de cuna. La noche que mejor dormí tal vez fue esa, alejado de la casa, por precaución, así fue el comienzo.

Verduras, solo eso para comer y nada más. Como pepinos, de muy mal sabor, producen arcadas al contacto del paladar. Solo eso para comer y las tiro, las hago desaparecer. Cuando padre se entera monta en cólera. Se afana en encontrar culpable. Por precaución mi hermana me hace desaparecer. Es de noche cuando se interna en el bosque buscando refugio. Una noche de tez taína. Corre una leve brisa que hace contonear las hojas, algún chasquido ocasional.

La providencia cuida de mí. Todo se me da si no le exijo demasiado. Aparta del camino a la serpiente y aleja la mordedura del filo del machete. Ojo a visor está la lechuza donde el niño duerme. Las hojas amontonadas son un buen nido, el cuerpo no pierde su calor. Desde ahí se ven las estrellas, una visión del firmamento que aún hoy impresiona. Mi hermana cubre mi cuerpo con su abrigo y luego desaparece. No me da por llorar. La ocasión no lo permite. Oigo el chasquido de sus pasos mientras se aleja y estoy solo por vez primera, gravitando en el espacio, como un satélite, a miles de Kilometro de la tierra y ascendiendo...

FIN

TEXTO: D

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