—Así es hijo mío, esa es la creación absoluta de la que os hablo con humildad. Aquél que no tenga ojos para ver la creación con el milagro divino es simplemente un ciego, y eso me llena de dolor.
—¿Es mucho su dolor?
—¡Mucho! Mis ojos han de llorar sangre mientras mi corazón se desgarra en suspiros y lamentos por los hijos que se niegan la perfección del Padre.
—Señor, no llore sangre, mejor reflexione sobre cómo usted tan perfecto puede crear hijos ciegos; si usted todo lo puede ¿por qué no les da luz?
—Porque les he dado un regalo divino: La libertad, ese libre arbitrio sobre sus actos.
—¿Por qué les ha otorgado ese presente? posiblemente sea allí la fuente de su llanto ensangrentado y su corazón desecho.
—Sólo quiero su felicidad… mis hijos no serán esclavos… con su libertad deben ver aun teniendo ojos ciegos, el milagro no está en los ojos sino en la voluntad y ésta es la Fé; el milagro de la misma que se lleva hacia sí mismo para llevarme a mí mismo hacia ustedes mismos. El ateo es mi hijo primogénito, él lleva a los hombres a su reivindicación y de tal forma serán redimidos por mi excelsa bondad.
—¿El ateo permite entonces que los hombres crean en Dios?
—Veo que usted no es tan ciego Señor Del Martillo, yo lo amo porque me da más de lo que me quita. Su ateísmo exacerbado martilla en los oídos de mis vástagos, los hace oír, sin embargo alienta en ellos, como reacción natural, la reafirmación de la Fé. Un hombre que vive en paz con Dios vive feliz, pero al pasar los siglos tanta paz le hace innecesario el tributo a su Dios, es necesario el conflicto con algunos ateos para que Dios se fortalezca. En toda gran historia es necesario un Judas pues sin él no se consumaría el milagro. ”
TEXTO: Extracto de ‘El Señor Del Martillo’ \ Autor desconocido FOTOGRAFÍA : D
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