Un día de estos, un final feliz

Sonaba ésta canción, le dije: en ella te va la vida. Él se rió, como crepita la madera en el fuego, miro de soslayo, echo su chaqueta al hombro y siguió caminando. Me quede mirándole mientras se alejaba, ese hombre, algo extraño había en él, su rostro…algo había en su expresión, una especie de acertijo el cual no pude descifrar. Nunca había visto nada parecido en los agónicos días de mi existencia, yo hacedor de la muerte, crepúsculo y ocaso.

Un escalofrío sentí recorrer la cervical, me quite el sombrero, de mi cinto agarre aquel artilugio de muerte que me acompañaba, y eché a caminar.
Empapado estaba, caminaba bajo la lluvia para limpiar mis pecados de sangre, asiendo la culata de mi revólver.
Seguíale por las calles oscuras, a veces tropezándome con algún transeúnte que volvía dando bandazos después de una borrachera, los bares estaban cerrando, tenues luces iluminaban la acera empedrada.

Fue cuando llegué a aquel callejón sin salida y lo encontré otra vez de espaldas a mi, con su sombrero ladeado, sin querer darse la vuelta, algo había en su pose que no logro explicar.

Me acerque hasta ponerme a tiro, alargue la mano y apunte al corazón, quise apretar el gatillo de aquel mecanismo de muerte que me acompañaba, y cuando fui a hacerlo caí de rodillas petrificado, clavado quedé en el suelo.
Comprendí, en ese momento y en aquel lugar que ha ese tipo no le podía matar, que algunos hombres buenos nunca deberían conocer su fin.

TEXTO : D MÚSICA: Nino Rota \ Waltz (BSO 'El Padrino')

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