Homeless

ue el hombre, un ‘homeless’ se había quedado atrapado en medio de la carretera mientras los vehículos se ponían en marcha. Que el hombre había estado ahí parado, en la raya blanca, pasándole los coches por el lado, tan cerquita como se pasean por delante del pecho de José Tomás los pitones de un Miura una tarde de festejo. El hombre esta ya senil, el alcohol y las noches durmiendo a la intemperie, por decir algo, le han dejado en el chasis, y en el chasis significa en el chasis. Camina muy despacito, deslizando los pies por el suelo, con la cabeza ida. Ha empezado a maldecir mientras permanece en la línea blanca que separa los dos sentidos, abre la boca y gesticula, pero el ruido de los coches impide oir algo. Así es que esto es lo que sucede mientras espero a que el semáforo se vuelva a poner en verde para los peatones, entonces los coches se detendrán, y el hombre, unos metros calzada adelante, podrá cruzar al otro lado sin mayor peligro, muy despacito, deslizando los pies al andar, como si arrastrara un peso invisible que le impide avanzar, con la cabeza en otra parte.
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