La reina fuera de la colmena

s una reina que vive fuera de la colmena, pero a la que peregrinan todas las obreras en busca de consejo. Y por sólo una imagen a su lado debemos de perder el culo. Qué más da su nombre, es innombrable, es una mujer, una diosa, cualquiera de ellas me vale y vale por todas las demás. Apártense de su camino mis apáticos compañeros, y sonrían, por favor, sonrían si aún creen tener motivos suficientes mientras allanan el terreno. Dejen que ella gobierne, porque el orden le corresponde a los números. Obedezcan, intenten si pueden llevarla a su terreno, pero no esperen que haga yo lo mismo, incluso sin ser conscientes de que lo hacen. Y perdone que no me muestre en todo mi esplendor, que aunque no sea mucho, porque yace sepultado, es lo suficiente visible para no desapercibirlo. Vea usted, mas allá de lo que le muestran los ojos. En mi mundo, aunque solo cabe un sol, son muchas las lunas que han alumbrado mi noche. ¿Qué duda iba yo a tener de su capacidad de liderazgo? Es usted la pequeña gran señora, cuya obra debe de ser de envergadura napoleónica. ¿Cómo tiene usted pensado mantener a raya a las risueñas hienas y los leones malhumorados? No serán sus manos delicadas, como las mías, manos de un artista, las que consigan hacer imperar el orden. Pero yo no soy un artista, es cierto. En el camino entre allí y aquí, hube de abandonar muchas metas y endurecer mi corazón hasta que dejó de latir. No he dudado en decir, cuando las uvas me quedaban demasiado altas, que ese no era manjar a mi disposición. No he dudado en amputar alguno de mis miembros cuando la gangrena corría el peligro de extenderse por todo el cuerpo, empezando por la lengua. Y he mirado para otro lado en tanto que se secaba la herida, para luego, cuando ya seca, seguir sintiendo en su sitio al miembro cortado. Para eso no se necesitan manos de artista, sino manos de hierro y aunque son pequeñas y pulcras, las he comparado a las mías, que aunque llenas de heridas, conservan la dignidad de su origen.
¿Se da cuenta usted que su lucha es también la mía? Y que el mundo no nos pertenece a ninguno de los dos. Que digo a los dos, a nadie.
En mi encuentra usted un allanador formidable de caminos, no soy el más inteligente, ni el más guapo, ni tan siquiera el favorito de nadie, pero eso no importa. Porque ninguno allana tanto como yo delante del que le sucede. Pensará usted de mí que soy la delicada flor de loto a la que hay que proteger con una campana de cristal, del mismo modo que pensaron mis compañeros que tarde o temprano iba a terminar sucumbiendo, ahogado por la atmósfera dentro de la campana. Y estuve a punto de hacerlo, francamente, pero como me ví solo y abandonado a mi suerte, tuve que luchar con mayor ahínco contra las miradas furtivas y burlonas. En mi savia vital también existe el veneno llamado voluntad, que me capacita para levantar hasta siete veces mi propio peso.

TEXTO: D

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