El réquiem de una cigarra

antaba la cigarra, pero no hacia demasiado calor, por el contrario, Agosto daba las últimas boqueadas.

Me alegra cuando acaba Agosto, quiere decir que llega Septiembre, el mes en el que se recolecta la siembra, en la que se hacen los recuentos, en el que los días igualan a las noches y el calor disminuye.
Quiere decir que dentro de nada me voy de vacaciones, y que no sabréis nada de mí durante algún tiempo, si es que alguna vez os interesaron mis movidas.

Pasando el cuarto de siglo, dejándolo todo atrás, no me importa tanto la incertidumbre del futuro, en realidad le he tomado gusto al hecho de estar siempre pendiendo de un hilo, arrastrándome como un caracol por el filo de una cuchilla de afeitar, siendo carne de cañón.

Sentía un poco de pena, tal vez. La alegría me es esquiva, en tal modo que acaso nunca he sido plenamente feliz. Si lo he sido, ha sido durante breves instantes. Nunca ha permanecido la felicidad a mi lado más que un ratito, (creo que me es infiel y anda coqueteando con algún otro).

Los hombres felices deben ser una minoría y yo no estoy dentro de estos privilegiados; yo soy un atormentado, lo reconozco, y si escribo entre turbulencias y tempestades, es para convertir lo peor de mí en algo de utilidad, un compost fertilizante, con el que hacer crecer hermosas rosas moteadas allí donde se encuentren.

Sentía pena por ti si me comprendes y has sentido algo parecido alguna vez en tu vida, porque por mí no siento nada. Si Dios me dio este cuerpo y esta apariencia, y tejió a mi alrededor semejante y burdo espectáculo, el de la vida, debió pensar en una cárcel para mi alma, y si ha esto se le ha de llamar vida, ¿porqué yo sólo pienso en muerte?

Que el tiempo pase no me preocupa, de hecho cuanto más rápidas pasan las semanas mejor que mejor, pues: ¿quién siendo enfermo desea que su agonía y su estancia se haga interminable? Ya va llegando a mi la hora, la hora H en el día D, la hora que todos tenemos marcado en el calendario, la graduación de los difuntos en vida. Y yo sigo aquí, como un boxeador en su cuadrilátero, inmutable, obstinado, viéndolas venir...¡que vengan todas, y para ahorrarnos los trámites, que lo hagan todos a una!

La cigarra cantaba una canción solemne, parecía que el ruido venia de todas partes, pero en realidad, en lo hondo de mí ser, sentí que la cigarra cantaba para mí, y acaso estuviera solo a unos escasos metros.

Ahora es de noche, en mi habitación, sereno, ya ha dejado de cantar. Ya se fue ella, ya me voy también yo, siguiendo sus pasos.
Septiembre, mes de la recolecta y del recuento, el mes en el que nací, y una cigarra me cantaba un réquiem a lo lejos.

TEXTO: D

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