Tractat de un hombre aletargado

n el último piso de un edificio de cinco plantas, piso B, al fondo del pasillo girando a la derecha, hay una habitación en completo oscuro, y de su techo cuelga una lámpara con forma de tulipán, bien, debajo de esta lámpara estoy yo, tumbado sobre mi cama.

He intentado levantarme sin ningún éxito, al intentarlo casi hecho la bilis, he tenido que recurrir a una bolsa de plástico por las arcadas, el dolor de cabeza es considerable, hoy no soy una persona, acaso sería mucho esperar de mi si llego a animalillo.

Anoche salí a dar una vuelta, hacía calor que es lo normal siendo verano, estábamos en la orilla del río, había una velada, bebíamos macetas de cerveza, reíamos y charlábamos. Nada fuera de lo normal, todo bien, ya saben: mujeres guapas, familias comiendo, amigos que aparecen de repente y tal como han aparecido vuelven a desaparecer, etc.

Les cuento que quería ligarme a una chica, la cual me daba algo de juego, bailaba a mi lado, de vez en cuando nuestras manos se tocaban, sólo esperaba el momento idóneo, pero éste nunca se presentó. Yo empezaba a estar un poco fuera de mí, empezaba a cavilar, ya no era yo, mi alter ego quería protagonismo, quería salir a divertirse, me dije que si esto ocurría yo debía volverme a casa, y así fue como ocurrió.

Si de los lobos esteparios como yo dependiese la supervivencia de la humanidad, inevitablemente los hombres estarían avocados a la extinción, entonces deberían dejar de preocuparse por las consecuencias del cambio climático, de la verborrea del dichoso Al Gore, y también de los negacionistas como el ex-presidente Aznar, que supongo que seguiría llevando la contraria hasta que Madrid tenga playa, y entonces los ricachones puedan salir a navegar con sus yates y catamaranes por el ancho mar.
Pero por ahí no era por donde yo quería ir; en realidad me importa un bledo que Madrid llegue a tener alguna vez soleados días de playa, o que tipos que no saben situar bien el norte hablen hasta quedarse sin saliva, eso es lo de menos, a mi me trae sin cuidado.

Ahí en la cama, hecho un ovillo, debajo de la lámpara con forma de tulipán, pasaban los peores instantes de mi existencia. Oía a mi madre caminar por los pasillos y sentí lástima por ella, porque ella quería criar hijos de intachable reputación de los cuales sentirse orgullosa, y sin embargo lo que había en la habitación de su hijo, tendido en la cama, era una especie de oruga que se movía de un lado para otro sin poder levantarse: ¡Permita Dios que la oruga de movimientos torpes de paso a la hermosa mariposa que algún día, se espera, seamos!, ¿Cuándo? No se sabe, de momento esperamos en estado de crisálida, a que las condiciones mejoren, y cuando ese momento llegue, entonces veréis rodar rocas desde la cima de la montaña, ladera abajo, dando saltos por los montículos, ¡con la fuerza de mil Li!...

TEXTO: d

No hay comentarios:

Publicar un comentario