La pérdida de un perdedor acostumbrado

lego a casa hastiado, sin ganas de nada, sin ánimo, como un león al que le ha pasado toda una manada de ñus por encima.
Había vuelto a andar hacia el autobús que me habría de acercar al trabajo, caminaba en silencio por las calles, esquivando el sol, buscando los rincones con sombra. Pensaba muchas cosas en tanto; me había detenido a comprar un refresco, y después de beberlo, había depositado en una papelera del camino el envase.
Había esperado un cuarto de hora en la estación, estaba apoyado en un muro. Vino un tipo con acento inglés hacia mí a pedirme un euro. Debió verme cara de ricachón o así. Se lo dí, intentando responderle en su idioma. Se lo dí porque en la mañana había viajado gratis en el autobús. Cuando iba a subir me dí cuenta de que tenía un billete de diez, y el conductor iba sin cambio; me dijo que ya se lo pagaría otro día. ¿Cómo otro día? Le dí las gracias. Ya me ha pasado de encontrarme con este tipo de situaciones en anteriores episodios de mi vida.
Me había levantado muy temprano, me había montado por primera vez en una jodida grúa, ¿Qué hacía yo en la cabina de una grúa? Había tenido un golpe con otro coche el día anterior. Un coche me había golpeado por detrás, y me había empotrado con el que iba delante de mí, el cual había frenado en seco porque un autobús había invadido el carril de nuestro sentido. Yo había conseguido frenar a tiempo.
¡Ah! Pero no todo iba a ser malo, por suerte hubo algo muy bueno. A primera hora, antes de despertar, mi musa me había requerido en sueños, apareciendo y volviendo a desaparecer en la nebulosa, como una estrella fugaz; recordándome cerrar los ojos y pedir un deseo. Si, recuerdo como si fuera ayer mismo la escena. Todo estaba muy oscuro, yo tiritaba de frío, estábamos acurrucados el uno al lado del otro, observando el firmamento, de vez en cuando caía una ‘lágrima`, ella señalaba con el dedo la dirección en que había desaparecido y reía, a continuación dijo que formulara un deseo. Mi deseo es…

TEXTO: D

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