The last waltz

scuche esta canción, estos compases, y recordé que andas tan lejos, libre como un pájaro, libre como el aire. ¡Ah! Y yo el Guardián entre el centeno, que se mueve entre las espigas y danza justo en el borde del precipicio, por donde se despeñan las almas; el que vive dentro de una jaula de oro, el que no se apura, el que divisa el horizonte con los ojos entrecerrados, dispuesto de un momento a otro a dar el siguiente salto cualitativo, el que nos aproxima a una nueva meta y se abre a una nueva realidad.

Tal vez debiera estar un poco más vivo, y no aletargado por el frío vespertino, y he de esperar al sol descansando sobre la roca. Cuando llega el momento del despertar y yo aún yazco entumecido, con mi piel verdusca y mis escamas, la vida escapándose en cada bocanada de aire, el sol asomándose por detrás de la montaña, tímidos rayos filtrándose por entre las hojas de la vid. Tal vez debería estar despierto, o tal vez seguir dormido, sin querer abrir los ojos, sin querer llamar a las puertas de la vida. Tan lejos y a la vez tan cerca de ti, por entre la mañana que avanza, por entre los alcornoques, los olivos, los almendros, los manzanos y alguna que otra chumbera con su fruto amarillo se esfuman los recuerdos.

Okkoto ha hozado la tierra durante la noche, los zorros patrullado su territorio, los conejos mordido los retoños tiernos. Y la morera que da fruto, a la vez proporciona sombra al caminante al borde de un camino, se despierta majestuosa sobre el balate. Desciendo por el camino de tierra amarilla, por entre las acequias en busca del arroyo de agua ferruginosa, allí es donde quiero detenerme a descansar.

Las cataratas de agua y piedras, los osos cavernícolas de nuestra imaginación, el cielo añil, las nubes blancas con forma de platillo volante; a mi lado descansas tú, sobre una manta en un prado verde. El agua se arremolina a nuestro lado y el néctar de nuestros días fecundos, desciende río abajo yendo a perderse en el mar. Sólo volverán como salmones, remontando la corriente, salvando las cataratas, esquivando a los osos hambrientos, cuando terminen su aventura solitaria en el mar, cuando dejen de huir.
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D

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