Blue elephant

n elefante azul camina por entre la multitud, ahora esta parado a mi lado mientras esperamos en un cruce. Adoro el momento en que se mezclan los viandantes en medio del paso de cebra, me recuerda, en las películas, cuando chocan las tropas de un ejército frente a otro, en medio del campo de batalla, chocando los escudos con las lanzas.
Detrás de mis gafas de sol, con mi visión aumentada, van mostrándose todos los actores de la acción, queriendo ver sin ser vistos. Todo cuanto abarco, se escapa al exhalar el humo de mi cigarrillo. La vida me sonríe, y yo le devuelvo un guiño. Debo dejar que pase, todo aquel que se encuentra en tránsito; y no importan tanto los que se van como los que se quedan. Y los locos que se quedan son tan pocos, casi me sobran los dedos de la mano para contarlos. Son sobre todo hombres, pero cada vez son más las mujeres que se animan. ¿Puede un hombre ser amigo de sus amigas sin llegar a confundir el tañido de las campanas por el de los cascabeles? ¿Puede un hombre amar sólo a una mujer? Debo pensar que no, que a veces, cuando una de ellas me da un abrazo roto, de esos que se les dan a los amigos, es como si se me clavara un puñal en el costado. ¡Ay¡, si hay algo peor que la cerveza para el hombre, eso es el final de la primavera y principio del verano para su vista. La carne debilita a la fiera, y se hará todo por conseguirla, y quien retiene su instinto, anula el mejor de sus sentidos.

El elefante azul ahora cruza, la gente no se da cuenta de su existencia aunque camina a mi lado, ha llegado ahora al frente y ya se mezcla entre los que vienen, todo ahora nos pertenece a todos, antes había dos grupos enfrentados. Todo fluye, todo trasciende, nada permanece, nada se mantiene. Y tampoco yo lo hago, debo ir donde me llevan los designios, y como son caprichosos, casi siempre suceden las cosas importantes cuando menos lo esperas. En un día de verano, por ejemplo, sucede que empiezan a formarse nubes, y sin avisarlo empieza a lloviznar sobre la ciudad, al principio tímidamente pero luego más animado, a raudales. El árbol que antaño no florecía, ahora amarillea para deleite de los sentidos, cubriendo el suelo a su alrededor, motos, coches y bicicletas.

Ahora pasamos delante de un escaparate decorado hasta el barroquismo, y el paquidermo se ha detenido. En el rótulo pone “moda Paris” o “moda Italia” pero en realidad se trata de comercios regentados por ciudadanos chinos. Se mezclan los refrescos con litros de cerveza, las sandalias con cinturones, lámparas y camisolas conviven uno al lado del otro. Los maniquíes siempre me han resultado bien parecidos detrás del cristal, donde parecen haberse quedado suspendidos en el tiempo; y me ha pasado de encontrarme con maniquíes que son realmente cautivadores. Debo pensar que cuando nadie les ve, cobran vida y son ellos mismos los que se visten, eligiendo la ropa que mejor les sienta.

El elefante azul ahora desciende por una escalera mecánica hacia la boca del metro, atiborrado de gente, nadie parece verle y mucho menos comprenderle. Llega mezclándose entre la multitud y aún a pesar de su tamaño no choca con nadie. Los niños sobre los hombros de sus papas le dicen adiós al verle pasar, moviendo la manita. También yo me despido de él, aquí le dejo. Cogerá el siguiente tren de su vida. Mientas se cierran las puertas y se despeja el anden me dice adiós con la mano. Yo sonrío y me doy la vuelta. No importan tanto los que se van como los que se quedan. Y yo siempre permanezco. Subo por las escaleras hacia el exterior. Afuera se han dispersado las nubes, el sol ha reaparecido, corre la brisa. Me detengo en un paso de cebra. Adoro el momento en el que se mezclan los viandantes en medio del paso de cebra, me recuerda en las películas cuando…
--
D

No hay comentarios:

Publicar un comentario