Fumar puede matar

Este es el packaging (envoltorio) de los paquetes de tabaco que compramos este fin de semana mientras estábamos en la playa.

¿Qué hacíamos aparte de encender un cigarrillo detrás de otro como chimeneas? Abrir botellines Cruzcampo con el casco del que nos acabamos de beber podría ser una respuesta honesta, pero para que a los puritanos no le salgan sarpullidos con este post, si es que hasta éste inocente bitácora ha llegado clase alguna de puritano, cosa que desconozco en absoluto. A suerte que mi madre no es muy internetófila, y no se introduce en esta maraña de redes sociales.

Es ella la que me preocupa de verdad si se enterase de cuantas cosas voy contando en los contenidos de este inocente blog. Y desconoce por completo que mi deseo en la vida era llegar a ser un escritor, nunca se lo dije, (¿deseo ser un escritor?).
El que escribe bien es mi hermano mediano. Él si tenía talento para esto y se llevaba todos los elogios. Bueno, también quise ser diseñador gráfico, que es mucho más asequible para mí que ser una buena pluma. Durante años me formé estudiando rencamente, nunca sobresaliendo, desde la última fila, preocupado mas del Carpe diem y de la hora que marcaban las manecillas del reloj justo antes de sonar la campana. No se lo digan a nadie, son confesiones de amigo a amigo, y así nos entenderemos.

Y voy subiendo por los cerros de Úbeda, como se dice por aquí cuando te has apartado por completo del hilo argumental del post. Volvamos pues a lo que iba diciendo. Este es el diseño que Chesterfield luce en sus paquetes, me gusto tenerlo entre mis manos e ir vaciándolo poco a poco de barritas cancerígenas. Cuando fumé el último aún parecía estar lleno, por lo que era como volver a empezar: un jodido bucle.

TEXTO \\\ FOTOGRAFÍA: D

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