e había pasado toda la noche huyendo de personas a las que desconocía. Había estado escondiéndome de roca en roca, de peñasco en peñasco, de recoveco en recoveco. Una de las veces había tenido que huir de una bruja a cuyo rostro no se le podía mirar sin sentir un sobresalto. Iba cogido de la mano de un amigo. Ella estaba asomada desde la ventana de una casa de madera, construida sobre unas rocas. Para huir habíamos tenido que saltar al abismo, pensando que allí no podría seguirnos. Fue extraña la sensación que me dio al verme girar en el aire, y el impacto al golpear contra el suelo, para posteriormente levantarme y tener que seguir corriendo. Un segundo salto hubimos de darlo hacia lo profundo del abismo, al sentirnos perseguidos de cerca por la bruja. El tercer salto lo dimos hacia el agua, y ya dentro, chapoteamos entre las burbujas y las algas. Allí es donde encontramos refugio momentáneo, pues ella pasó como un rayo hacia el fondo sin vernos.
Luego me encontré en un paraje pintoresco. En un camino que discurre junto a una orilla cerca del mar, con la gente de mi trabajo. Había barcos a mi alrededor y creo que también vi bajar cabras por un sendero, pero no estoy seguro. En algo que reparé fue que había una escalera roja para subir a un segundo nivel; todos subieron bien, pero cuando llegó mi turno las cosas se complicaron de verdad. Sentía vértigo y temía caerme. No quería mirar a mis pies. A mi lado seguían los barcos anclados, no se que pintaban ahí. No podía subir con la maleta que llevaba en la espalda, mis compañeros habían desaparecido sin esperarme y ahí seguía yo en lo alto de la escalera, sin poder alcanzar la cima.
Sin embargo, conseguí mantener la calma, no se como, aunque siempre lo hago, y me arrastré como un gusano hasta llegar arriba…
Fue cuando me desperté que me encontré de nuevo sólo. Necesariamente sólo, alejado de los focos, alejado del frente, recogido sobre mí mismo, durmiente en el fondo de mi caverna. Cuando me levanté y al mirarme en el espejo me resulto extraño el no reconocerme en el reflejo. Pensé: espejo, espejito mágico: ¿porqué te empeñas en seguir engañándome? Mis ojos estaban detrás de unas gafas de sol, y los cubrían como una niebla difusa, que solo dejan ver una parte. Mi sonrisa había cambiado, no era la misma de los años anteriores a la gran metamorfosis. No sabía si yo era de los bueno s o de los malos. Quise saber. Me pareció que por mi aspecto era de los malos, pero que mi corazón se encontraba aún entre los buenos, algo extraño, en fin, incomprensible.
TEXTO: D
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