
Luego me encontré en un paraje pintoresco. En un camino que discurre junto a una orilla cerca del mar, con la gente de mi trabajo. Había barcos a mi alrededor y creo que también vi bajar cabras por un sendero, pero no estoy seguro. En algo que reparé fue que había una escalera roja para subir a un segundo nivel; todos subieron bien, pero cuando llegó mi turno las cosas se complicaron de verdad. Sentía vértigo y temía caerme. No quería mirar a mis pies. A mi lado seguían los barcos anclados, no se que pintaban ahí. No podía subir con la maleta que llevaba en la espalda, mis compañeros habían desaparecido sin esperarme y ahí seguía yo en lo alto de la escalera, sin poder alcanzar la cima.
Sin embargo, conseguí mantener la calma, no se como, aunque siempre lo hago, y me arrastré como un gusano hasta llegar arriba…
Fue cuando me desperté que me encontré de nuevo sólo. Necesariamente sólo, alejado de los focos, alejado del frente, recogido sobre mí mismo, durmiente en el fondo de mi caverna. Cuando me levanté y al mirarme en el espejo me resulto extraño el no reconocerme en el reflejo. Pensé: espejo, espejito mágico: ¿porqué te empeñas en seguir engañándome? Mis ojos estaban detrás de unas gafas de sol, y los cubrían como una niebla difusa, que solo dejan ver una parte. Mi sonrisa había cambiado, no era la misma de los años anteriores a la gran metamorfosis. No sabía si yo era de los bueno s o de los malos. Quise saber. Me pareció que por mi aspecto era de los malos, pero que mi corazón se encontraba aún entre los buenos, algo extraño, en fin, incomprensible.
TEXTO: D
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