ubimos a aquel tren dirección Cádiz. Estaba yo poco entusiasmado con aquel viaje, durante el trayecto estuve apático, sin ganas de hablar con nadie, en lo que pronto repararon mis amigos, puesto que yo suelo ser bastante dicharachero. En el tren había mucha gente, algunas disfrazadas y otras con la misma careta de siempre. Tardó mucho en llegar aquel tren, y ya no sabíamos como sentarnos ni donde meternos. Llegados a Cádiz, bajamos de un salto y empezamos a caminar, la ciudad estaba muy limpia y bien cuidada, “very nice” como diría mi amigo Marcus, un chico italiano que lleva diez años viviendo en Newcastle. No les he hablado de él, y es necesario que aquí lo presente, les dire que es manager y tiene un estudio de grabación allí en Newcastle en el que tocan grupos locales. Lo conocimos durante el verano pasado a través de una amiga, estando él por aquí en Sevilla, en pleno mes de Agosto. Ha vuelto por cuestiones de “Business”. Quiere organizar un tour por Europa para promover dichos grupos locales de allí en Newcastle, pasando por Sevilla y Cádiz en el verano. Estaba engalanada la ciudad con luces y decorados, los árboles eran un tanto peculiares, pregunte cual era su nombre pero nadie me supo contestar, aunque me dio la sensación de que era alguna especia de cactus o ficus, o algo así, vamos, que era muy raro. Subimos en un autobús hasta llegar al Delfín Azul, el bar que regentan los padres de mi amigo Isidro, allí saludamos a nuestros anfitriones, comimos y bebimos cerveza. Subimos a su casa todos aquellos bártulos que llevábamos y a decir verdad, que las cosas que llevé no me sirvieron de mucho, pues siquiera me llegue a cambiar de pantalones. Compramos algo de beber, aunque ahora que lo pienso fue un mucho; pues no paramos de beber hasta el amanecer.
Al principio de la noche, hubo algunos momentos tensos, los cuales disolvimos en alcohol, porque no es plan de ir de carnavaleo con el ceño fruncido. Pasamos toda la noche caminando, porque cuando al fin conseguimos salir a la calle habían dejado de circular los autobuses. Larga era la caminata que nos esperaba, pero al ir rodeado de amigos y con un cubata en la mano la empresa parecía más que asequible, los pies parecían más ligeros. Como íbamos por grupos, nos íbamos intercambiando la cabeza de carrera, es decir, cada vez que teníamos que recargar los vasos nos deteníamos en “boxes” para evacuar y cambiar de neumáticos, lo que aprovechaba el otro grupo de atrás para adelantarnos, así, intercambiando los papeles. Conocimos a muchas chicas guapas, venidas de todos los lugares de España, pero he de decir que que yo no acostumbro a pensar en mujeres en tales circunstancias, sino que pienso en verde, por lo que siquiera intercambié impresión con alguna.
Allí en el centro, habiendo llegado al casco antiguo, fuimos de plaza en plaza, de calle en calle. Algo que me impresionó mucho fue la catedral, que en aquella primera noche me resultó mágica, Era impresionante estar sentado en las mismas puertas, y mirar hacia arriba y sentirte ridículamente pequeño al lado de esa construcción. Entramos en aquella noche a comer en un pequeño bar atestado hasta los topes, pero que en definitiva nos atendieron muy bien, y este lugar también me dejó muy buena sensación, pues a menudo cuando sueño, suelo encontrarme con lugares extraños como ese, que están muy cerca de parecer lugares imposibles.
Seducidos y embriagados a la par, caminamos por esa noche salpicada de luces, con ese olor a sal, con la luna en lo alto, con la cuerda larga. Había dejado salir a mi alter ego, permitiéndole la libertad, que el probara también de este encantamiento. Y era él quien nos dirigía ahora, muy alegre y gentil, sabría como comportarse en una noche como esta. Y caminamos, ¿lo he dicho ya en alguna línea anterior? Caminamos él por delante y yo un poco atrás, con mis amigos.
A las Seis y media por ahí, empezaron a circular de nuevo los autobuses, y pudimos coger la línea uno. En la parada conocimos a unas chicas madrileñas, y el alter ego rebosaba de alegría, él les hubiese dicho algo, hubiese hecho una proposición acaso indecente, pero sabía que le estaba observando, y que yo soy de muy pocas palabras, de muy poca labor, por lo que contuvo su lengua y también su aliento detrás de los dientes. ¿Qué sucedió durante el recorrido de la línea uno? Yo no lo recuerdo bien, pregúntenle al alter ego si quieren, él es quien lo debe saber.
Día 2. Me le levantado con la ropa puesta tal como me acoste, a mi lado se han despertado mi hermano y el Rafa, los tres con misma mala cara. La madre de Isidro nos ha preparado un café que como se dice por aquí: resucita a los muertos. Esta gente ha empezado a coser los disfraces. Una tela que ha de simular una almohada, a la cual van a complementar con una rana, por lo que su disfraz ha de ser de almorrana, si todo sale bien. No les he dicho que la casa de Isidro esta al lado del mar, y que cuando he salido al balcón lo que he visto ha sido mar, cielo y arena; y sentados cerca de la orilla grupos de personas tomando el sol. Hay también gaviotas con alas muy largas que picotean en la arena, rebuscando entre los desechos que deja la gente. Yo no me sentía muy bien, por lo que he tomado un paracetamol, y me he ido recuperando muy poco a poco. Hemos salido a la playa Rafa y yo, con la cámara de fotos. Allí le he hecho un par de fotos que han salido muy bien, y también yo he posado delante de la cámara.
De vuelta en casa, a eso de las 16:00, hemos salido hacia Cádiz. Yo rebuscando entre los disfraces que había, he encontrado uno que me da una apariencia muy rara. Voy vestido todo de negro con una especie de coladores unidos a modo de ojos metálicos sobre la cabeza y con la cara tapada; y unas alas blancas que cuando me lo pongo están muy arrugadas. Me veo con una pinta muy extraña, en fin que me he dejado engatusar por el espíritu del carnaval y ahí que voy con ese disfraz ridículo. El alter ego se ríe disimulado, no sabe que de nuevo es él quien conduce esta noche, quien nos ha de traer de vuelta a casa sanos y a salvo.
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