La historia que nunca acaba

arece la historia de nunca acabar, ya me da hasta cosa contar la historia inverosímil esta de todos los días. Es rocambolesco todo lo que me viene sucediendo últimamente. creo que Dios me ha puesto en su punto de mira, y con un palo me esta dando para ver si reacciono, si estoy vivo, si respiro y me muevo, si me da por clavar el aguijón en su mano o algo: tomar decisiones, dar marcha atrás, decir Diego donde dije digo, poner cara de simpático, en verdad esto se me da muy bien, soy un diplomático cojonudo, mi zurda es mucho más diestra en estos temas que la propia diestra; cosas como estas son de las pruebas que he tenido hoy que pasar.

El día había amanecido lluvioso, baje al garaje con el ánimo de encender el coche ya que ayer me lo entregaron los mecánicos y supuestamente debería ir como la seda. Eso me dijo al menos mi madre, ¡Ay pero cuanto de equivocada estabas, madre!, el caso es que el hijoputa no quiso arrancar, ni siquiera hizo el esfuerzo. Dio un chasquido al girar la llave y luego de seguido una explosión. Con el ruido se encendió la alarma del coche de al lado, así que a las siete menos cuarto estaba, pobrecito de mí, dándole pisotones al embrague para que arrancara, ni un ápice se movió. Ahí lo deje al mal nacido y salí a la calle, en verdad ni siquiera me inmuté, ningún mal gesto, nada de exaltación, nada de preocupaciones, había mucha paz en mí. Abrí el paraguas y eché a andar, caminaba yo otra vez bajo la lluvia, que manía del clima cada vez que tengo que andar le de a él por ponerse a llover. Iba yo con un paraguas harto feo y multicolor, al menos no dejo que yo me mojara. Caminaba pero esta vez por otras calles, unas calles estrechas que he caminado cien mil veces, de hecho, si me tapara los ojos lo haría sin dar un traspié.

Caminaba muy deprisa haciendo honor a un nombre en clave que una vez me puso una persona que no viene al caso y que no diré quien es. Ese nombre de guerra es, pues: patas de perdiz. Y mira, al menos en eso tuvo ojo, en otras cosas no, porque a mis patas por momentos le habían salido alas. El viento soplaba con especial virulencia, la lluvia me caía de lado, el bajo de los pantalones y los zapatos empapados. Iba yo y mi paraguas multicolor en contra de Eolo y de Cronos. ¡Chas! ¡Chas!, saltaba sobre un charco, aprendida la lección, esta vez me cuide de no resbalar. Los semáforos en el camino estaban con el muñecajo en verde, y no me tuve que detener. Quería coger un periódico de estos gratuitos que reparten en las esquinas para entretenerme en el camino pero no los encontré por ningún lado. Quien si había cogido tres o cuatro era el peruano con el que coincido todas las mañanas pero por cobardía no le pedí que me prestara uno. Esta vez en el autobús había más personas de las habituales y el conductor era otro. Como era aun de noche y los cristales estaban empañados por el vaho no podía saber bien donde me encontraba en cada momento por lo que cada cierto tiempo tenía que limpiar con la mano el cristal para poder situarme. Y así fue como llegue hasta mi parada, me bajé, abrí el paraguas multicolor y camine cuesta arriba hasta mi puesto de trabajo.

Allí me esperaba una larga jornada, tendría en este día que ejercitar mi diplomacia por un lado, sonreir mucho que no se diga que uno es un sieso y que el trabajo le agria a uno el carácter. Pues bien que iba dispuesto yo a trabajar y también a ser diplomático. Hablé con uno de los encargados, me había ofrecido que me pensara lo de irme de la empresa y me había dado hasta el día de hoy. Así que cuando me lo tropecé empezó la conversación. Le dije que me lo había pensado bien y que en verdad, al final de todo este embrollo, donde había dicho digo había querido decir Diego por lo que al final no me iba. En verdad que yo soy un doblegador de voluntades, esa es una de mis cualidades y casi siempre la utilizo de la peor manera, jeje, manipulando al personal. En realidad no me voy de este trabajo por las personas con las que comparto jornada, hay gente con la que he hecho muy buenas migas y si me fuera les echaría de menos luego, por la tipa alta y morena a la que miro pero nunca digo nada y que tampoco diré, sí lo se, debo de tener horchata en las venas o no se que me pasa.

En el desayuno hemos reído mucho, con el Migue y el Jacobo que son unos personajes y me tienen a mi ellos por humorista. Resulta que en los comienzos empecé desayunando media tostada, luego pasé a la chapata, y ahora me he pasado al bollo, mi último descubrimiento, que es un pan tela de grande. Parece que yo no haya comido nunca o que en mi casa no me alimentan bien y está el Migue todo el tiempo diciendo que donde va a parar lo que como, puesto que yo luzco una canijura bastante considerable. Yo les digo que eso es todo fibra, puro nervio hermano. Luego de desayunar volvimos al tajo, había dejado de llover, las nubes estaban negras y amenazaban con venirse abajo de un momento a otro. Dentro de la sala se estaba bastante bien y al rato de estar trabajando, hubo discusión entre el encargado y el coordinador. Todo los allí presentes mirábamos los aspavientos, ¿Qué íbamos a hacer si no? Luego vi al encargado con los ojos llorosos, casi al punto de desembocar en lágrimas. En verdad he visto a pocos hombres llorar en público a lo largo de mi vida, y normalmente los hombres no lloramos más que porque se haya visto nuestro ego trastocado y manoseado, nuestro orgullo herido. Eso no lo toleramos. Luego de la tempestad ha vuelto la calma. Yo he dado paseitos a ver si veía a la tipa de altura considerable pero hoy había desaparecido, en fin, que no andaba a la vista. A la hora de salir me he vuelto en el coche del Dani, un tipo de ojos azules al que le gusta el Betis, las Sevillanas y la Semana Santa, todo lo contrario a mi pero muy majo, que habla bastante bien y que cuando abre la boca los demás callamos, porque lo que suelta por esa boquita son verdades como puños. Me ha dicho que pensaba de mí que yo estaba casado y con hijos, y cuando le he dicho mi edad ha caído en que soy muy joven. Yo le he dicho que para empezar tendría que echarme novia, y que eso era un tanto difícil, pues que yo era un lobo estepario que rehuye un poco el calor de la manada, un inconformista que no se doblega a los roles de la sociedad, y las mujeres lo que buscan son hombres mansos e idiotizados y que aún no he encontrado quien me comprenda, ni pretendo aún ser comprendido, puesto que yo siempre encuentro sin buscar, porque lo que haya de ser mío, Dios ya me lo proveerá en el camino, y lo único de lo que me preocupo es de estar, llegado el momento, realmente preparado, cosa que por el momento aún no ha sucedido.
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