Quizás es porque lo que hago durante ocho horas en mi
jornada laboral: un infinito bucle de copias y pegas, de tabular y tabular, para
luego analizar información me deja trabado y sin sustancia. Y cuando llego a mi
casa tengo la vista cansada y la mente generando espirales, y lo que hago es
desconectar; pensar en cualquier cosa,
por nimia que sea y así recrear la mente. Escuchar música, leer y fantasear.
Por otro lado; el curso de mecanografía que empecé hace ya
unos pocos de meses, año y poco más diría yo, marcha bastante bien. Ahora
escribo de seguido y muy ligero, sin apenas errores. Los dedos se mueven con
destreza por entre el teclado y me siento orgulloso de este pequeño gran avance
que me era necesario adquirir para poder seguir trabajando. Y en mi ámbito
laboral me encuentro mucho más cómodo, en parte a estos avances y porque me he
ido ganando la confianza de mis compañeros y de mis inmediatos superiores; y
aún a pesar de la aguda crisis que estamos padeciendo mantengo mi puesto de
trabajo. Claro que, después de que fuera
despedido dos veces y dos veces regresase de entre mis cenizas como si de un
ave fénix se tratase. Digo pues, que me siento a gusto ahora, cuando antes era
un jodido valle de lágrimas, y aunque de
vez en cuando llaman a alguien de la sala, y a ese ya no se le vuelve a ver,
por lo que siempre permanece uno alerta, con nerviosismo, en permanente tensión,
expectante. ¿No dicen que en tiempos de paz el hombre precavido debe estar preparándose
para la guerra? Pues heme aquí, que son muy pocos los momentos que consigo de
paz, y eso que no tengo grandes obligaciones. Mi mayor obligación acaso sea vivir
sin malvivir, y rascarme la tripa cuando no estoy trabajando. Hombre, la verdad
es que me levanto muy temprano y vuelvo tarde a casa, cuando en mi barrio ya
apenas queda un ligero olor a comida en las casas y yo tengo un vacío en el
estómago que me empieza a devorar las entrañas. Y con la familia, desde mi
punto de vista, bastante bien. Me siento cómodo con mi madre y mi padre. Aunque ellos la verdad no se si están del
todo contentos conmigo. Yo siempre suelo defraudar a los que ponen demasiadas
expectativas en mí. Pero a lo que voy, casi siempre me escaqueo de poner la
mesa y en los fines de semana salgo hasta altas horas de la madrugada y en
ocasiones no recuerdo cómo diablos he hecho el camino de vuelta a casa. Pero el
diálogo es abierto, franco y a veces
hasta fluido.
Y mis hermanos andan por ahí cada uno por su lado. A veces
pienso que es una pena tenerlos tan lejos, que esta vida es una. Y cuando miro
atrás, y me remonto a mis orígenes, donde ya la memoria empieza a ser borrascosa
y veo la de colinas y valles, unos detrás de otros, formando una hilera
kilométrica que hemos ido dejando atrás con el paso del tiempo, desde aquel
gesto inesperado que dio inicio a toda esta epopeya: el aleteo de una
insignificante mariposa a punto de morir.
Y la habitación de al lado sigue estando tan inmensamente
vacía y amplia, me da cosa, no sé, como nostalgia. Pero no crean que por estos
momentos me he reblandecido, ni lo más mínimo compañeros, sino al contrario, me
estoy convirtiendo en alguien de conocimiento. ¿Cómo si no subsistir en este sistema
de tiburones? Leo con avidez sobre estrategia, voy aprendiendo cosas que
estaban ahí desde hace mucho tiempo pero en las que yo no había reparado, como
pequeños tesoros escondidos entre palabras, que adquieren el significado en uno
y se convierten en un susurro, una voz de ultratumba que dicta conocimiento. No
es por nada, pero me ha servido mucho su lectura para aprender a comportarme en
grupo, y no morir en el intento, pues todos los días aparece una cicatriz nueva
en mi carne, y no hay superficie que aguante por tanto tiempo las muescas que
deja la vida.
tEXTO :D
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