La higuera
40Dime, desmelenada higuera que sigues en pie al lado del estanque, ¿te olvidaste ya del niño, como los pájaros que anidaban en tus ramas te dejaron y te olvidaron? ¿No te acuerdas ya de cuando se sentaba en la ventana y se maravillaba del enredo de esas raíces tuyas que se agarran a la tierra?Las mujeres venían a llenar sus cántaros en el estanque y tu inmensa sombra negra se retorcía en el agua, como el suelo cuando lucha por despertarse. En las menudas ondas, la luz del sol bailaba, como con diminutas lanzaderas inquietas que tejiesen una tela de oro. Por la orilla, entre la yerba alta, dos patos nadaban sobre sus sombras.Y el niño se sentaba quieto y pensativo…Quería ser el viento para pasar entre tus ramas suspirantes; quería ser tu sombra y alargarse con el día sobre el agua; ser un pájaro y posarse en tu ramita más alta; y vagar, como los patos, entres las yerbas y las sombras.
El último trato
Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, cuando, espada en mano, llegó el rey en su carroza. “¡Me vendo!”, grité. El rey me cogió de la mano y me dijo: “Soy poderoso, puedo comprarte”. Pero de nada le valió su poderío y se volvió sin mí en su carroza.Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte”. Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mí y me dijo: “Te compro con mi sonrisa”. Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo: “Puedo comprarte con nada”. Desde que hice este trato jugando, soy libre.
El poeta español
Juan Ramón Jimenez.
Al niño indio de
La Luna Nueva.
Estás aquí, sí; te sentimos con nosotros…Pero ¿en donde estás? ¿Juegas en tu aldea, entre los lirios soleados, y te oímos hablando solo, cuando la brisa abre la retama de las playas, patrón de tu barquito de papel; o estás ya en el cielo, barquero de la luna, derramando un rayo de azul en el desvelo de tu madre?Una infinita frescura, una terneza sin fin nos dicen, no sé cómo ni porqué, que existes. Pero ¿dónde? Te hemos conocido, sí; pero tú, ¿nos ignoras? ¿Te vemos sin que tú nos veas, absorto en tus sueños; o nos habías visto ya por el borde blanco de una nube negra, una noche de estío, sin que nosotros lo supiéramos?¡Cómo llenas con tu pequeñez todo el universo! Parece el mundo, chiquito como la luna que viste enredada en aquel árbol, es tu balón, y que jugando con él, haces lo que quieres con nosotros. Parece que tus manitas tostadas andas por nuestro corazón y que lo cierran y lo abren como una granada, a su antojo.Viene una esencia alegre y un resplandor triste… ¿Te abres mimoso y sonriente sobre la falda de tu madre, y hay en el cielo una sillita vacía? Viene una esencia triste y una luz alegre… ¿Hay una flor amarilla de champaca sobre tu pecho parado y una nueva estrella bajo tu resurrección?

Su credo religioso es, ante todo, humanista, puesto que
respeta y defiende lo individual. Políticamente aspiraba a que el movimiento
nacionalista hindú se tradujese en reformas sociales antes que en libertades
políticas. Y no implicaba ninguna hostilidad por lo occidental, ya que —al
contrario que Kipling— entendía que el Este y el Oeste no son enemigos
irreconciliables y pueden entenderse. Su obra poética posee las cualidades más
altas, una gran hermosura y una acendrada pureza. Tales virtudes son
perfectamente asequibles, no obstante las distancias de idiomas, a los lectores
de habla castellana porque Tagore ha tenido la fortuna de encontrar un
traductor excepcional a nuestra lengua: el gran poeta Juan Ramón Jiménez. Este
ha puesto en las versiones de Tagore un empeño, una inteligencia y una probidad
poco frecuente en esas tareas. De la fusión de dos grandes poetas resultan así
unos libros primorosos, de rara delicadeza y penetrante poesía, según podrán
apreciarse en las dos obras maestras aquí reunidas:
El cartero del rey y Luna nueva.
tEXTO: transcripción extraida de libro de Rabindranath
Tagore, ‘La luna nueva’ \ traducción del inglés por Zenobia Camprubi de Jiménez
y Juan Ramón Jimenez \ undécima edición \ Ed. Losada S. A Buenos Aires
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