
"—Es de suponer —dije— que Goethe en la realidad no haya tenido ese aspecto. Esa vanidad y esta noble actitud, esta majestad lanzando amables miradas a los distinguidos circunstantes y bajo la máscara varonil de este mundo, de la más encantadora sentimentalidad. Mucho se puede tener ciertamente contra él, también yo tengo a veces muchas cosas contra el viejo lleno de su suficiencia, pero representarlo así, no, eso es ya demasiado.
La señora acabó de servir el café con una cara de profundo sufrimiento, luego salió precipitadamente de la habitación, y su marido me confesó medio turbado, medio lleno de censura, que ese retrato de Goethe pertenecía a su mujer, la cual sentía por él una predilección especial. “Y aunque objetivamente estuviera usted en lo cierto, lo que yo, por lo demás, pongo en tela de juicio, no tiene derecho a expresarse tan crudamente.”
—Tiene razón en esto —concedí—. Por desgracia, es una costumbre, un vicio en mi decidirme siempre por la expresión más cruda posible. Lo que por otra parte hacía también Goethe en sus buenos momentos. Es verdad que este melifluo y almibarado Goethe de salón no hubiese empleado nunca una expresión cruda, franca, inmediata. Pido a usted y a su señora mil perdones, tenga la bondad de decir que soy esquizofrénico. Y, al propio tiempo, pido permiso para despedirme.
El caballero, lleno de azoramiento, no dejó de oponer algunas objeciones; volvió otra vez a decir, qué hermosos y llenos de estímulos habían sido en otro tiempo nuestros diálogos, más aún, que mis hipótesis acerca de Mitra y de Krichna le habían hecho profunda impresión, y que también hoy esperaba otra vez…, etc. Le dí las gracias y le dije que estas eran palabras muy amables, pero que desgraciadamente mi interés por Krichna, lo mismo que mi complacencia en diálogos científicos habían desaparecido por completo y definitivamente, que hoy le había mentido una porción de veces, por ejemplo, que no llevaba en la ciudad algunos días, sino muchos meses, pero que hacía una vida para mí solo y que no estaba ya en condiciones de visitar casas distinguidas, porque en primer lugar siempre estoy de muy mal humor y atacado de gota, y en segundo término, borracho la mayor parte de las veces. Además, para dejar las cosas en su punto y por lo menos no quedar como un embustero, tenía que confesar al estimado señor que me había ofendido muy gravemente. Él había hecho suya la posición estúpida y obstinada digna de un militar sin ocupación, pero no de hombre de ciencia, en que se colocaba un periódico reaccionario con respecto a las opiniones de Haller. Que este “mozo” y socio sin patria Haller era yo mismo, y mejor le iría a nuestro país y al mundo, si al menos los contados hombres capaces de pensar se declararan partidarios de la razón y del amor a la paz, en vez de instigar ciegos y fanáticos a una nueva guerra. Esto es, y con ello, adiós.
Me levanté, me despedí de Goethe y del profesor, agarré mis cosas del perchero y salí corriendo. Con estrépito aullaba dentro de mi alma el lobo dañino. Una formidable escena se desarrolló entre los dos Harrys. Pues al punto comprendí claramente que esta hora vespertina poco reconfortable tenía para mí mucha más importancia que para el indignado profesor; para él era un desengaño y un pequeño disgusto; pero para mí, era un último fracaso y un echar a correr, era mi despedida del mundo burgués, moral y erudito, era una victoria completa del lobo estepario. Y era un despedirse vencido y huyendo, una propia declaración de quiebra, una despedida inconsolable, irreflexiva y sin humor. Me despedí de mi mundo anterior y de mi patria, de la burguesía, la moral y la erudición, no de otro modo que el hombre que tiene una úlcera de estómago se despide de la carne de cerdo. Furioso, corrí a la luz de los faroles, furioso y lleno de mortal tristeza. ¡Qué día tan sin consuelo había sido, tan vergonzante, tan siniestro, desde la mañana hasta la noche, desde el cementerio a la escena en casa del profesor! ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Había alguna razón para seguir echando sobre sí más días como éste, para seguir devorando más alimentos así? ¡No! Y por eso había que poner fin esta noche a la comedia. ¡Vete a casa, Harry, y córtate el cuello! Bastante tiempo has esperado ya.
De un lado para otro corrí por las calles, en miserable estado. Naturalmente, había sido necio por mi parte manchar a la buena gente el adorno de su salón, era necio y grosero, pero yo no podía y no pude hacer de ninguna manera otra cosa, ya no podía soportar esta vida dócil, de fingimiento y corrección. Y ya por lo visto tampoco podía aguantar la soledad, ya que la compañía de mi mismo se me había vuelto tan indeciblemente odiada y me producía tal asco, ya que en el vacío de mi infierno me ahogaba dando vueltas, ¿qué salida podía haber todavía? No había ninguna. ¡Oh, padre y madre míos! ¡Oh, fuego sagrado lejano de mi juventud, oh vosotros, miles de alegrías, de trabajos y afanes de mi vida! Nada de todo ello me quedaba, ni siquiera arrepentimiento, sólo asco y dolor. Nunca como en esta hora me parecía que me había hecho tanto daño el mero tener que vivir."
SINOPSIS\\ Hermann Hesse(1877—1962) nació en Kalw (Alemania). Abandonando pronto sus estudios teológicos para dedicarse, tras una corta experiencia como mecánico y librero, a la actividad literaria. Su precaria salud, una severa educación familiar y el aislamiento de su vida contribuyeron a intensificar su preocupación por los problemas de la interioridad humana. El estallido de la guerra mundial y la honda conmoción que los cuatro años de hostilidades produjeron en su conciencia, le llevaron a renunciar a la nacionalidad alemana en 1921, haciéndose ciudadano suizo. El pleno reconocimiento de la importancia de su obra, adelantado por los grandes éxitos de público que conocieron todos sus libros, llegaría en 1946, al serle concedido el Premio Nobel. ‘El lobo estepario’, escrita en 1927, es considerada por la mayoría de los críticos como su obra maestra. En ella culmina la maestría narrativa de la que ‘Bajo las ruedas’ y ‘Demian’ eran admirables antecedentes. El protagonista de la historia, Harry Haller, es un hombre solitario e incomunicado, extraño y extrañado, cuya mirada atraviesa penetrantemente todo el mundo de nuestro tiempo, el juego superficial de un espiritualismo vacío y falso. Su personalidad refleja los vicios y virtudes de la humanidad, su luz y su sombra, y su peripecia vital pone al descubierto el conflicto de la época. De esta forma, la novela cumple con la función que Hesse le asignaba: ahondar en las profundidades de la condición humana y poner al descubierto su carga trágica y su incierto destino.
tEXTO: tanto el extracto como la sinopsis son una transcripción de 'El lobo estepario' de la colección 'El libro de bolsillo, Alianza editorial.’ \ iMAGEN: La imagen pertenece a la portada de la editorial Santiago Rueda del año 1967.
uf, este libro fue una terapia de condena, si te contara
ResponderEliminarEste libro siempre lo tengo dando vueltas por ahí, es uno de mis imprescindibles.
ResponderEliminarSu lectura marcó un antes y un después en mi vida; tanto que lo he releido como tres o cuatro veces más.
Desde entonces no he dejado de sentirme, también yo, un poco lobo estepario.
si este es uno de los libros mas intensos y sicoanaliticos que a todos nos atrapa con su singular historia con la que me identifico en gran manera ...herman hesss es uno de los grandes escritores del sicoanalisis en la literatura
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