Mis renglones torcidos

omo se le quita a un niño un caramelo. Como levanta la gaviota el vuelo. Como el Héroe permanece de rodillas sosteniendo entre sus manos la espada. Se fue en un otoño, mientras las hojas se desperdigaban por la acera, mientras los árboles se quedaban desnudos, mientras la luna estaba a punto de estallar.
Mis dedos huesudos sujetan ahora una corona que yo mismo he construido con espinas; en mis manos, manos de artista, descubro heridas que no cicatrizan, y en ellas caminos y encrucijadas que en soledad se recorren.
¡Que tristeza para el fin de uno darse cuenta de que tan sólo se es un medio!, ¡que tristeza la que se respira en esta celda, como el frío produce sabañones! ¿No es acaso rencor lo que siento yo el hombre de bien, el instruido; el que se acomoda en un sofá, el que no se quita la máscara?
Que pena no volver a tener la edad en la que me subía a los árboles, sin perturbaciones, en la que volvía a casa con los pantalones raídos, con la nariz sangrando, con los puños en alto; ahora siquiera la vida merece ser vivida, obsérvese nada más que uno vive para el trabajo, que siempre se gira en torno al mismo carrusel; y las luces de colores, los neones, las nubes de algodón dulce sólo deleitan a unos cuantos. ¡Obsérvese con que desgana pace el ganado en el prado verde, como si no importase el nacer o el morir, como si no fueran suficientes todas las camadas de lobos por llegar! ¿Será Dios mi juez y mi verdugo? ¿Y quien será mi abogado? ¿Hablarás tú que me conociste en mi defensa? Si, promete que lo harás, tú que eres justa, cuéntale como crecí, como allanaba mi voluntad cuando me conociste, cuéntale que misterios escondo, porqué me oculto bajo siete capas, porqué mi alma le pertenece a Mefisto.
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D

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