Cósima

ue su grito lo que yo escuche y me despertó en medio de la noche. Un grito que clamaba mi nombre, atravesando las paredes y rebotando en mi cabeza. Y decía algo así: el tiempo que te pedí, tú me lo has devuelto con creces. Nada te mereces de mí, ni tan siquiera un mal recuerdo. Ahora otros brazos me rodean la cintura y sus labios me colman de besos y de nuevas. Tú guerrero que has malgastado mis lágrimas y las tuyas propias en luchas que no tienen cuartel, en odios que no tienen ni principio ni final, y que sólo existen tal y como son. Pero como no iba a imaginarlo, incluso en el abrasador desierto prende la vida, pero tú, ni siquiera recibes con alivio el rocío vespertino. Ya nada te queda de la humanidad que te mostré, ni del modo en que saqué tu corazón de la tristeza, ni el amor que te dio mi propia madre. Que el hombre que conocí sea por siempre maldito, que sus pasos se tuerzan, y que no halle en este paso la felicidad, si es que la buscara ese corazón tuyo.

Mi lucha sin cuartel, y el enemigo sin forma definida, capaz de los mayores horrores, habitando dentro de mi mismo, buscando la supremacía. Se camufla por doquiera, en el color y la forma de los pétalos de una rosa de jardín, y también en sus espinas. Saca las fuerzas mismas del sol, y corre a esconderse tras los brazos de la Luna. También yo voy adoptando formas diversas, sin ser siempre el mismo, como el caudal de un río, me mimetizo con el ambiente, y mientras el enemigo me mira yo le observo. ¿Y quien mejor que el enemigo para mostrarte el camino y el como proceder?

¡Ah, lucha sin cuartel! Sin patria definida a la que amar, sin bandera en la que envolverse con regocijo, sin honor, sin causa alguna que defender más que la propia del yo contra el mundo. Es cierto que quien a hierro mata a hierro muere, pero la palabra hiere más que mil espadas, y quien blande una pluma no necesita derramar ni una sola gota de sangre.

Yo, por el contrario, sólo te deseo lo mejor; que esos brazos que te rodean la cintura sean brazos fuertes y que esos labios te colmen de besos y nuevas y que no se muestren esquivos con el paso del tiempo. Un día de estos, arrieritos, nos encontraremos en el camino, y no sabrás si soy la mula o el arriero, o ambas cosas tal vez.
Espero que para entonces el imperio del que te hablaba en ocasiones, tenga ya sus bases fundadas. Yo no regateo en esfuerzos, pues quien tanto tiempo tiene, se toma tiempo del modo más lento y estúpido posible. De ese modo, alguien así puede llegar muy lejos.

Y ya de nuevo me voy despidiendo en esta mi última nota, mi amiga y musa Wagneriana Cósima. No me avergüenzo de nada de lo que escribo, vida paralela, culpa es del que lo lea el haberse enterado.

TEXTO: D

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