
Mi lucha sin cuartel, y el enemigo sin forma definida, capaz de los mayores horrores, habitando dentro de mi mismo, buscando la supremacía. Se camufla por doquiera, en el color y la forma de los pétalos de una rosa de jardín, y también en sus espinas. Saca las fuerzas mismas del sol, y corre a esconderse tras los brazos de la Luna. También yo voy adoptando formas diversas, sin ser siempre el mismo, como el caudal de un río, me mimetizo con el ambiente, y mientras el enemigo me mira yo le observo. ¿Y quien mejor que el enemigo para mostrarte el camino y el como proceder?
¡Ah, lucha sin cuartel! Sin patria definida a la que amar, sin bandera en la que envolverse con regocijo, sin honor, sin causa alguna que defender más que la propia del yo contra el mundo. Es cierto que quien a hierro mata a hierro muere, pero la palabra hiere más que mil espadas, y quien blande una pluma no necesita derramar ni una sola gota de sangre.
Yo, por el contrario, sólo te deseo lo mejor; que esos brazos que te rodean la cintura sean brazos fuertes y que esos labios te colmen de besos y nuevas y que no se muestren esquivos con el paso del tiempo. Un día de estos, arrieritos, nos encontraremos en el camino, y no sabrás si soy la mula o el arriero, o ambas cosas tal vez.
Espero que para entonces el imperio del que te hablaba en ocasiones, tenga ya sus bases fundadas. Yo no regateo en esfuerzos, pues quien tanto tiempo tiene, se toma tiempo del modo más lento y estúpido posible. De ese modo, alguien así puede llegar muy lejos.
Y ya de nuevo me voy despidiendo en esta mi última nota, mi amiga y musa Wagneriana Cósima. No me avergüenzo de nada de lo que escribo, vida paralela, culpa es del que lo lea el haberse enterado.
TEXTO: D
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