Noche lúgubre

Noche lúgubre te ciernes sobre mí,
amenazadora niebla que confundes mi paso.
Y ha empezado a llover
Los árboles a los lados parecen
querer alargar sus ramas hasta mí,
y lo único que buscan es un poco de compañía.
En mi boca arde un cigarrillo,
Ya va quedando sólo el filtro.

Recuerdos de otros tiempos,
Caminos por los que no he de volver
me obligan a luchar,
¡A seguir vivo!
Así pierdo el miedo
y lo poco que tengo
me sirve a mí de aliciente
Y se recobra el ritmo al andar
El pulso vuelve al corazón ,
Ya nada me inquieta.

Las huellas que van quedando
difícilmente han de borrarse
Por efecto del esfuerzo de olvidar
todo lo que anhelo vuelve cada mañana
y me despierta con su mano fría
me sirve café caliente y vuelve para quedarse
un rato en la cama.
Y le digo al oído: no te vayas,
Quédate conmigo para siempre.
Y lo único que consigo es ahuyentarle
Me dice hasta pronto, pero sólo es cortesía

Y mi corazón es como un árbol hueco
que a causa de la humedad
de un momento a otro va a
derrumbarse, y esparcir sus astillas por doquiera
deja el sitio a una semilla fuerte
al más hermoso fruto
con la intención de hacerse inmortal
pero ya en el suelo solo tiene tiempo a despedirse
Y dice así: el tiempo que me queda es un vaso medio vacío,
que de lleno no es más que una gota
Decirte adios es lo que me queda
Recoge mis astillas, que al menos sirvan para
leña en tu fogón. Que calienten tu hogar
como yo no pude.
Y su congoja se disipa como la niebla
cuando le alcanza el sueño
Cierra sus ojos negros para ya no despertarse
y lo último que ve es una llamita hasta él acercándose,
bailando muy zalamera.
Y le coge de la mano y le besa en la mejilla,
y le canta una cancioncilla que es una nana:
duérmete ahora niño pequeño,
que los tiempos venideros
no han de aportarte nada nuevo
Espera a ser feliz al despertar de una nueva existencia.
Y canta y baila y rie.
Danza como yo hago cuando se intuye el final,
cual grácil peonza alrededor de la ceniza,
Pues nosotros decimos:
ahí, en este preciso lugar ardio una hermosa llama
Y yace por los siglos de los siglos su alma inquieta
Y aunque cien tormentas le cayesen
Cien tormentas resistiera.
Pues ha de saberse que aunque el tiempo es efímero
La memoria es persistente.
--
D

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