La rana le dijo al escorpión

Necesitaba de algún modo escribir esto y respirar aliviado. Esta congoja que llevo es acerca de la amistad. Puedo decir con la boca llena que he tenido y tengo muy buenos amigos, que allí donde he ido he sido apreciado e instruido por hombres y mujeres de todas las clases y condiciones, pues de todos se aprende sin excepción, de la mejor manera que se ha podido. También de la figura del enemigo he aprendido algo útil, pues el campo no solo esta lleno de amapolas, y se ha de tener en cuenta que también convive el cardo y la planta trepadora, la rana, y el escorpión. A esta figura yo le dedico toda mi atención, mis ojos y mis oídos, y el sexto sentido siempre alerta, dispuesto a absorber ese preciado mensaje que a su manera me ofrece. Frente a él es cuando uno tiene la necesidad de encontrarse más que nunca a uno mismo.

Pero entre mis amigos, al que yo considero con derecho a llamarse de esa manera, aquel que más próximo se encuentra a mi es el que esta dispuesto, aun a expensas de la misma amistad que nos une, a luchar por sus propios sueños, a conseguir sus propias metas. Mi amigo en más alto grado es aquel que convertido a enemigo seria un oponente formidable, alguien de quien yo tuviera que cuidarme de verdad, y no esos papanatas del camino que se van postulando en la contra, enemigos por casualidad.

Si yo les diera nombres, solo nombres serian, pues como expresarles la gratitud que llevo yo en mis adentros para con ellos, los que han estado conmigo, aun cuando todo se diluía en la miseria. Cuando ya sobrepasado el límite de la cordura acudía en mi auxilio la mano amiga, dispuesta a jalar de mí y sacarme del pozo. Cómo expresar en palabras que he tenido sed y se me ha dado de beber, hambre y se me ha dado de comer, que he estado desnudo y se me ha prestado la ropa para cubrirme. No, en definitiva nunca he estado sólo, ¡ya quisieran otros la suerte que yo desdeño!

Ayer partió en un vuelo, en busca de su destino, uno de estos mis amigos. Que su sino le sea propicio me digo, que no le falte el aliento, que la mano que mueve sus hilos no cese en su empeño hasta acercarlo a su empresa. Que el árbol al que se arrime, produzca sombra agradable y no esconda, entre su follaje, la serpiente del mal. Y esto es todo lo que tengo que darte a día de hoy amigo, ni más ni menos que lo mejor que se hacer, y esto es dar orden a las palabras, darles forma y llenarlas de contenido. Tenso el arco y suelto la flecha, corre veloz la punta afilada hacia su meta, ya he dejado de preocuparme, he dejado de mirar su trayectoria, consciente de que ya no depende de mí, no al menos del todo, sólo me cabe esperar.

TEXTO: D

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