La hora del lobo

a han pasado unas cuantas horas desde que amaneció.
Ella permanece callada allí mirando la pantalla del ordenador.
La miro de reojo y ella lo sabe. Lo sabe porque se lo digo a través de un programa de chat en red. Le cuento diez mil tonterías que se me ocurren como que me voy a casar con ella, todavía no le he dicho lo de los hijos que vamos a tener...
Entre ella y yo está mi jefa. Muy simpática, joven, alegre y vital. Un ratoncito inquieto y extremadamente inteligente aunque últimamente se ha tornado mucho más seria. El otro día me riñó pero tenía suficientes motivos para hacerlo. Estuve enfadado durante algunas horas, luego recapacité y se me pasó. Refunfuñaba por mi mal rendimiento. Algunas veces me pasa, no rindo como debería.
Suerte que soy buen negociador y allí donde hay duda encuentro la palabra clave para hacerme entender, para explicarme y parecer seguro de lo que tengo que decir. Soy parco en palabras es cierto, algunas veces se me traban y se quedan ahí, en algún rincón de la garganta haciéndose esperar, otras veces me molesta tener que hablar, tener que contar algo.
He observado que ella empezó la conversación de la misma manera en que yo la había comenzado la vez anterior y trató el tema con guante de seda. Se lo que es eso, oigo lo que ella quiere decirme y sin torcer el gesto, le explico la situación. Le hablo con franqueza de lo que me pasa por la cabeza, sea o no lunes, le hago interiorizar mi palabra, alguna vez se me quiebra la voz como se rompe un huevo de golondrina al caer de gran altura, como si fuera a romper a llorar. Me ocurre que soy demasiado sentimental, debo corregir eso. Pero lo enmiendo rápido, el tono vuelve a subir como lava por la garganta de un volcán y ahora es grave, mi voz no se afea, es atrayente y ese torrente tiene la fuerza del agua abriéndose paso a través del camino. Ella al terminar me da un golpecito suave con su guante de seda en la espalda como queriéndome dar ánimos. Noto que el guante enfunda una mano dura y fría, como de acero. Luego estoy serio, no abro la boca en todo el día.
Mi compañera con la que digo que voy a casarme tiene novio, esto no lo vayan alcahueteando por ahí, pero nos decimos todas esas cosas con el consentimiento de ambos y en plan jocoso, fue ella quien empezó este juego que tenemos para matar las horas, sin extralimitarnos, sabiendo donde esta la delgada línea roja, donde podemos llegar y donde no, pero me doy cuenta de que por encima de eso es mi amiga: ella confía en mi y yo la interpreto a mi manera.
La conocí fue por casualidad, ya ven lo que son las cosas. Soy una piedra que rueda por los caminos desde hace muchos años, y de repente, cuando me detengo en algún punto por un periodo de tiempo indefinido, ya sin impulso, es la casualidad la que decide con que gente voy a compartir quehaceres, vida y rutina.
He tenido mucha suerte desde la última vez. Recuerdo que he rodado más de lo que me gustaría, que el mercado está regular y no parece de que vaya a empezar a moverse en cierto tiempo por eso es de vital importancia conservar lo que uno tiene, aunque sea poquito, aferrarse a ello con fuerza.
Ya han pasado algunas horas desde que salí de trabajar. Siempre estoy en silencio, mi cabeza dando vueltas, moviéndose a pequeños saltitos, intentando crear algo bonito, algo que merezca la pena contar al mundo y para eso leo y me informo. Tengo muchos libros con las hojas marcadas encima de la mesa, en las estanterías, apretujados los unos a los otros. Salgo a viajar y a conocer sitios algunos fines de semana pero el resto estoy quieto, inamovible, observando desde mi atalaya.
Me esfuerzo en quedarme dormido, ya son cerca de las 11 de la noche de un día laboral normal, y allí permanezco sobre la cama un rato y luego en algún momento empiezo a confundir mis pensamientos absurdos con los sueños. Intento despertarme si lo logro. Algunas veces sueño con lugares de los que me gustaría conservar una foto o un simple dibujo, recuerdo vagamente el susurro de una canción que en mi vida había oído y en otros sobrevivo a seres diabólicos que me persiguen sin descanso sin que yo me vea capaz de escapar. Así hasta que me despierto sobresaltado cerca ya de la madrugada. Al alba, en la hora del lobo.

tEXTO E IMÁGEN :d

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