
Los pasillos permanecen en silencio cuando antes siempre había algarabía, algunas veces tengo lapsus momentáneos: creo que desde algún rincón voy a ver salir maullando a mi parsimonioso gato, deslizando su cuerpo por la pared con la cola levantada. Me olvido por completo de que ya no lo tengo, y que no tendré nunca más que abrirle el grifo para que beba agua.
Los libros en las estanterías apretujados los unos a los otros en una amalgama sin sentido parecen cuchichear a nuestras espaldas, como si predijeran la debacle, como si creyeran que van a ser devorados por las llamas de una hoguera de un momento a otro. Y entre tanto vamos adquiriendo nuevos hogares, hogares húmedos que calan hasta los huesos (el valle del Guadalquivir es en si muy húmedo), que necesitan del uso intensivo de radiadores, hogares con paredes blancas que se desconchan y sudan, con muebles de diseño que provienen en mayor parte del Ikea, maderas que se hinchan hasta crujir, hogares neutros que no nos narran nada aunque los hayamos revestido con cuadros y fotografías, ajenos a nosotros, hogares que nos alejan con pies de paloma del ambiente al que una vez pertenecimos. Ya ni siquiera me detengo en el tiempo que transcurre, pasan los meses comos si fueran días, los días como si fueran segundos, los segundos como si no existieran. Voy quedando yo me digo, cuando reparo en mi mismo. Y me pregunto si alguna vez he existido, si no soy yo la causa de estos pasillos vacíos y fantasmales. Si cuando camino por la calle me mojo al igual que los demás, o si este hecho de verdad importa algo.
La ciudad allí afuera va oscureciéndose. Montones de gorriones en bandadas de cientos se lanzan a la conquista del espacio justo antes de oscurecer, bajo un cielo gris plomizo y abigarrado. Vuelven de algún lado y se dirigen hacia algún lugar. Su vuelo es caótico pero intuyo que responden a un patrón, o tal vez no.
En el pasillo se oye un golpe seco, es un libro que se ha descolgado desde la estantería, tal es el caos allí reinante. Me agacho y lo recojo, lo vuelvo a depositar entre sus congéneres, no sin antes haberme cerciorado de si he visto pasar o no un “lindo gatito”
tEXTO: D
No hay comentarios:
Publicar un comentario