Aspectos cotidianos (21/ )

Siempre al mirar hacia arriba he visto las nubes pasar, algún que otro pájaro, aviones que iban o que venían cargados de pasajeros; y a menudo he jugado con la idea macabra de desviarlos de su trayectoria con mi dedo. No piensas así en el instante justo en el que las ruedas del avión se despegan de la pista de aterrizaje, entonces sientes un cosquilleo en el estómago, y acto seguido sabes que estas poniendo tu vida en riesgo, te conciencias de la pequeñez del individuo, y por un momento entras en conexión contigo mismo, miras a tus amigos sentados a tu vera o unas filas más adelante y sonries, piensas en tus hermanos y padres, y en lo hondo de tu ser se enciende una lucecita, una velita de emergencia.
Luego entras en una especie de calma, miras a través de la ventana y observas el globo terráqueo, ahí abajo, alguien observa la trayectoria del avión y se pregunta que personas serán las que ocupan los asientos, y se imaginan al piloto y al copiloto en la cabina. Es impresionante, la verdad, ver el ala del avión y luego una basta y condensada área de nubes que abarcan más de lo que alcanza a ver la vista, como crema de yogur, como nata.
Viajaba porque se casaba un amigo de la infancia. Estuvimos en Las Palmas de Gran Canarias pasando el fin de semana. Muy bonitos sus paisajes, aterrizamos y cogimos dos guaguas amarillas, paseamos por las calles, tomamos unas cervezas en un chiringuito, y luego para la playa.
Había mucha gente paseando por el paseo marítimo y practicando surf, caminamos como si en ello nos fuera la vida, reíamos y celebrábamos el haber llegado bien a nuestro destino. Uno de mis amigos se bañó en el mar, yo no, porque el agua estaba bastante fría, y las nubes de vez en cuando cubrían al sol y se notaba la rasca.
Comimos en un buffet libre de comida china. Como dice un amigo mío: “nos pusimos hasta las manillas” que no se que es eso de las “manillas”, pero en fin. La comida estaba deliciosa, el agua no sabe demasiado bien, es por eso que no hacia otra cosa que beber cerveza Tropical, que tiene un sabor bastante agradable.
Luego por la tarde, después de haber dormido como una hora de siesta caminamos por el paseo marítimo hasta el casco antiguo, allí paseamos por una calle que curiosamente se llamaba Triana, una calle comercial, como la Sierpes aquí en Sevilla, todo muy abarrotado, durante el trayecto me enamoré como tres o cuatro veces de las chicas que me iba encontrando.
Fue genial aquella noche, las copas salen muy baratas, a tres euros la copa, con ron Arehucas, vamos, que al final no sabíamos ni como pedirlo: ¿Ariuca-cola?, ¿araucaria-cola?, ¿eureka-cola?
Y como todos se fueron yendo a eso de las 3, al final quedamos nada más que dos rezagados; y como no teníamos ganas de recogernos pues nos volvimos dando un paseo hasta que escuchamos ruido en una gran plaza. Lo que allí se celebraba era El día del Orgullo Gay, había carpas con música y un montón de gente bailando. También en este lugar me enamoré como tres o cuatro veces más, no es por nada, porque había chicas muy lindas, y lo que se hayan de comer los gusanos…
Eran las 6 de la mañana cuando nos recogimos, y a las 11 de la mañana estábamos de nuevo en pie. Un poco hechos trizas pero con mucho ánimo.
Y luego llegó la boda, que era el motivo del viaje. Viajamos en un pequeño microbús con los familiares hasta la casa donde se celebraba el convite. La verdad es que la ceremonia fue entrañable, todo muy bonito y ambientado al estilo que querían los novios.
Y ya no se que más contarles, la verdad es que todo esto me ha sabido a poco, aún hoy sigo conmocionado. Quizás vuelva dentro de un tiempo, a pasar por lo menos una semana, y a ver los tan famosos lagartos, que no llegué a ver ni uno.

tEXTO & fOTOGRAFÍA: D

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