
Estaba trabajando a destajo, y había conseguido que mi jefe reparara en mi, había ganado su confianza y su respeto con mucho esfuerzo. Siempre que le decía que estaba cansado, porque mi trabajo requiere de esfuerzo físico y mentalidad acostumbrada a responder bajo presión, él me respondía sonriendo que “el trabajo dignifica al hombre”. Y tan cierto que era aquello, y sé que es bien cierto porque él no escatima en esfuerzo, y yo tampoco lo hago, quiero ser tan digno como él. En cuanto a mis compañeros, no se bien que pensar de ellos, diría que son unos “jugones”, que intentan cogerte la vuelta cuando menos lo esperas, no todos, hay gente muy competente, y es por ellos por quienes me guío. Y les digo más; que entre todos ellos tengo un amigo en especial, un confidente, un alma gemela o así, en el que he depositado gran parte de mi confianza, que no ha de ser mucha en cuanto a las personas se refiere, pero que en fin, algo es algo y menos da una piedra. Ha sido también mi enemigo en algún momento, al principio de conocernos; pero para poder decir de alguien que es tu amigo, también has debido de tantearle como enemigo. Al final hemos llegado a un pacto de no agresión y somos un tandem bastante original. Y bueno, ya me voy despidiendo, se me hace tarde, los párpados me pesan, el sueño me vence, y no me apetece luchar, renuncio a defenderme, deseo ser vencido, aunque sólo sea por esta vez: enarbolo la bandera blanca de la rendición.
--
D
No hay comentarios:
Publicar un comentario