
Y en el trabajo me iba bien, estaba progresando adecuadamente como se dice; mis compañeros me respetaban, o al menos eso pensaba yo; mis jefes no me presionaban demasiado ni me echaban la bulla. Mi jefa se acercaba hasta mi puesto para saludarme e interesarse por mí, y yo se lo agradezco, es una buena persona en la cual se puede confiar. Claro que lo de ser jefe debe ser una cosa harto complicada, pues entre ellos andan todo el día confabulándose los unos contra los otros, chismorreando por los pasillos, en fin, echándose los trastos a la cabeza. Pero yo estaba fuera de todo eso, iba a lo mío, haciendo lo que se espera de mí.
Y en cuanto a las mujeres, debo ser un ególatra o un ciego o un loco, y en consecuencia sólo siento amor por mi mismo, ninguna de ellas produce en mi un flechazo cupidiano, y ando un poco indiferente. Es cierto que todas me parecen hermosas, pero temo precipitarme en los acontecimientos, yo no soy un colibrí y no ando flirteando de flor en flor, soy un poco echado hacia atrás como se diría, en fin, que esta parece ser una época desacorde con mi caracter.
Y bueno, por donde vine me vuelvo, la comida me espera en la mesa, a mi madre no le gusta que llegue tarde, cuando todos están ya sentados. Agur!
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