La chica de negro

a chica de negro, es una chica bastante alta y la llamo “de negro” porque en su vestimenta de a diario siempre lleva algo negro, a veces conjuntado con algo blanco. Es extraño porque desde que la conozco, esto es un decir, porque solo la veo todos los días, a veces a escondidillas cuando ella no puede verme, no ha faltado a su negro de rigor ni un solo día. Es de estas chicas que me gustan a mí, aunque ahora que lo pienso, en verdad, a mi me gustan todas, dicho sea de paso, y les diré porque: porque en todas ellas hay algo mágico, en todas algo que me encandila, ya sea un gesto, un ademán, una sonrisa, su pelo, que se yo… y no importa tanto la edad como el encanto. Esta muchacha pues, a la que yo tengo por simpática es la que me gusta encontrarme a mí en los pasillos. Es morena y ciertamente guapa, el único pero que le veo es la altura, pues que yo soy mas bien bajito, ¡y que pareja más cómica formaríamos! Si se que anda por los alrededores me pongo yo en posición de firmes, ahí sacando pecho. La veo pasar con sus manos ocupadas portando unos papeles y ahí que esta mi antena parabólica girando 360 grados, pero he de tener cuidado pues habemos más hombres en la sala, y lo que uno sabe y cuenta al final lo terminan todos por saber. Pero ya no contaré más, las líneas que tenia que escribir a ella ya se acaban a continuación y pasare a contarles que he dejado el trabajo, ayer mismo hable con el encargado y le dije que me daba el piro, que tengo el coche jodido, bueno, más bien muerto quedo ahí en el garaje, y que no podía adaptarme a los horarios: turnos de ocho horas sin parar por la mañana de siete a tres de la tarde; un turno de tarde que empieza cuando termina el de la mañana hasta las once de la noche y después de este turno esta el de la noche que empieza donde lo dejamos hasta las siete de la mañana que se cierra el círculo. Un palizón en toda regla, es un trabajo mal pagado y jodido pues tienes que estar todo el día de pie, poniendo y quitando sobres, dando la vuelta a tacos de papel enormes, empalmándolos con papel celo o “fixo” como le digo yo. Y no lo hagas mal amigo, que si no se atasca el papel en la máquina y tienes que currar el doble. Así que te pasas todo el día corriendo de un lado para otro como un trompo. Cada cierto tiempo pasan los encargados anotando cantidades y esas movidas, hablan un rato contigo y luego una palmada en la espalda mojada. Entres estos dos hombres, pues son dos los encargados, me entiendo mejor con uno que con otro como en todo, aunque yo he sabido ganarme su confianza, y porque no decirlo, casi la de todos. Pero hay un hombre del que no me gustaría hacer omisión, pues es mi referente en la empresa, el que nos hizo la entrevista de trabajo y es a él a quien yo rindo primeras cuentas. Es un hombre gordito, con cara de enfermo, creo que es por eso que yo le tengo más aprecio, porque veo en su cara el cansancio de alguien enfermo y casi me da lástima. Sin embargo el hombre es muy amable y puedes entonar bastante bien con él, siempre anda dando vueltas e interesándose por tu situación. Como todos los hombres de responsabilidad tiene que estar pendiente de que todo salga bien, lidiando con unos y con otros, solventando los imprevistos y esas cosas no tan agradables. Y así corrió la noticia de mi marcha como la pólvora. He de decir que he hecho buenas relaciones allí dentro, he conocido muy buenas personas e intentan que me quede a toda costa, cosa bastante improbable puesto que no puedo permitirme estar cambiando de opinión a todas horas. Al principio fue difícil, muy tensa la cosa, difícil aprender deprisa, pero como yo a veces soy mastín y a veces galgo siempre consigo ir hacia adelante…
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