Invierno

Volvieron los despertares a media noche, los sobresaltos, las pesadillas, El Krampus queriendo adueñarse de mi alma, mi pobre alma,  las madrugadas en las que imaginaba luces y pasos detrás de la puerta...
El edificio de magníficas proporciones se erigía en siete plantas y tenía suficiente espacio sombreado, ascendía por unas escaleras de muros acristalados hasta la última planta. En la entrada de la puerta B del séptimo piso había grabado unas letras en oro que formaban la frase  "CAVE CANEM”. Era un piso luminoso y amplio, la cocina se alargaba en forma de L y las habitaciones eran espaciosas. Me encontraba a las afueras de la ciudad sobre un terreno en plena expansión, lo inundaban bares en cada esquina y poco a poco fui adaptándome a la nueva situación. Todo me parecía lleno de vida y particularmente atrayente, con calles inmensas por las que circular, carriles bicis recién terminados, farmacias, librerías, ferreterías y talleres de coches ocupaban cada trozo de calle. Los árboles crecían grandes y frondosos, había un parque cercano con huertos y molinillos de viento, lagos y caminitos de tierra que serpenteaban y se perdían entre los árboles. Me gustaba en particular esa enorme planicie verde porque me hacía recordar viejos tiempos, parecía el final de la ciudad y luego yano había edificios más, solo tierra, montículos, llanura y nubes ambulantes.
 Había aprendido a convivir conmigo mismo, pasaba las horas limpiando y perfeccionando las dotes culinarias y sin mucha fortuna tachando los días de los meses en el calendario. Se me acumulaban las deudas, el dinero se escapaba sin haber tocado el bolsillo. No viajaba ni salía de mi rutina, siempre lo mismo. El amanecer, la mañana, la tarde y la noche eran una cárcel para mis sentidos…
También mi situación laboral había cambiado, como una semilla voladora, había planeado un tiempo sobre el suelo hasta depositarme y luego fui arrastrado por una corriente de lluvia y sepultado por el lodo. No me gustaba esta situación, había tenido que empezar de nuevo, como desde cero. De cualquier manera tenía que sentirme un afortunado y yo lo comprendía como un mal menor. Había escapado de un mal fin, y este era como poco un logro que había conseguido con mi trabajo y con la protección de mi ángel, y de nadie más, así que me sentía afortunado y en paz.
Y así voy terminando este episodio, que comprende un periodo de unos seis meses. Me cuesta dejar gente detrás, ya lo hice antes y lo volveré a hacer cuando el destino así lo exija. No obstante algunas personas se han convertido en imprescindibles y después de todos ya no soy tan desalmado como he sido con anterioridad. Vendrán siempre conmigo allí donde vaya, pase lo que pase, llueva o escampe.  Al fin y al cabo El Krampus de la mitología no se ha llevado mi alma y he sobrevivido, y aunque sigo pensando en el resplandor de debajo de la puerta y a veces hasta intuyo pasos y oigo ruidos extraños, el espanto y el desasosiego  se mantienen a raya detrás de ese cartel que pone “CAVE CANEM”.

FIN

tEXTO :D

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