La gran masacre \ Frank Miller’s Sin City

"lA TORMENTA REDOBLA EN INTENSIDAD. LA LLUVIA CAE A PLOMO, CALANDO HASTA LOS HUESOS, CEGADORA, ENSORDECEDORA. UNA LLUVIA QUE CAE SOBRE SIN CITY SOLO UNA VEZ AL AÑO.
ODIO LA LLUVIA. HACE QUE SEA TAN DIFÍCIL PENSAR…”

480 A.C.

El rey Leónidas de Esparta y su guardia personal de trescientos hombres se prepararon para la batalla. El destino de la humanidad estaba en juego.

Persia había reunido el mayor ejército de todos los tiempos.
La tierra temblaba bajo el impacto de su marcha. Secaba los ríos. Devoraba el ganado como un Dios hambriento y furioso.

Se detuvo, preparado para conquistar la pequeña Grecia, para aplastar ese invento impertinente de la democracia y extinguir la única luz de razón en el mundo.

Los espartanos estaban en desventaja de cien mil a uno, pero Leónidas había elegido con cuidado el escenario de la batalla: el paso montañoso de Las Termópilas, un estrecho corredor en forma de embudo, donde los persas descubrieron que su ventaja numérica era inútil. Los espartanos resistieron lo suficiente para permitir que Grecia despertase y reuniera a sus hijos para la guerra. La esperanza de la civilización se mantuvo viva gracias al valor espartano…y una cuidadosa elección del escenario de la batalla.

Dos mil años y algunos siglos después, estoy en un Ford Coupé de 1940, hermosamente restaurado, mientras gira y se desliza por caminos fangosos, y se lanza por pistas que nadie ha usado desde los viejos tiempos de la prohibición y el contrabando. Hago lo que puedo para evitar que el estómago me salga por la boca. Rezo para que mis compañeras y yo podamos atrapar a ese par de terroristas mercenarios irlandeses y quitarles la cabeza de un heroico policía asesinado, antes de que esos cabrones se la entreguen a la mafia.

Mis compañeras, Dallas, Miho. Una puta y su amiga asesina. Nadie diría que son la última esperanza de la civilización, pero son mis amigas, y tienes que dar la cara por tus amigos.

Fumo los cigarrillos del poli muerto unos tras otro, acumulando grava en mi garganta e intentando calmarme lo suficiente como para poder pensar.

Basta de falsos movimientos. Basta de errores tontos. Se listo. Tranquilo. Firme. Es hora de demostrarles a tus amigas que vales la pena.

Tienes que dar la cara por tus amigos. A veces eso implica la muerte. A veces matar a un montón de gente.

Dallas culebrea por una carretera secundaria y tortura su viejo Ford por ladrillos desperdigados y tuberías y socavones grandes como bañeras.

Ahora veremos si nuestro pequeño atajo nos ha colocado delante de los forasteros que queremos asesinar.

La tormenta redobla en intensidad. La lluvia cae a plomo, calando hasta los huesos, cegadora, ensordecedora. Una lluvia que cae sobre Sin City solo una vez al año.

Odio la lluvia. Hace que sea tan difícil pensar…

Uso el teléfono del coche de la pobre Dallas y hago la llamada más importante de mi vida. Le digo a Miho lo que vamos a hacer y como vamos a hacerlo.

Primero rescatar a Gail. Después, la matanza. La gran matanza.

Por un segundo o dos, el viento se calma y casi creo escuchar un grito débil, distante, indefenso.

Gail. Nena.

Tengo que esperar.

Casi puedo oir sus gritos.

tEXTO: el texto es una transcripción extraída de la colección Frank Miller’s Sin City, ‘La gran masacre’\\ La fOTOGRAFÍA pertenece a esta misma colección.

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