Inés volvio a la tierra

Me llamo Inés. Es un nombre que me gusta porque se dice muy pronto. Inés. Tengo catorce años y si no me muero cumpliré los quince en el mes de octubre.
Si me muero los cumpliré también pero de otra manera. El doctor me ha ordenado que escriba todo lo que me suceda; sea bueno o malo, y todo lo que piense, aunque me ha recomendado que no piense para escribir.
Que la mano escriba por si sola. Bueno. El doctor se llama don Miguel y es tan pequeñito que me llega por el hombro. Él asegura que los hombres deben medirse por su inteligencia y no por su tamaño. Una jirafa es más alta que una mujer y sin embargo nadie cambiaría una mujer por una jirafa. O sea, que más vale ser pequeño y listo que tonto y alto.
— ¿Y si fuésemos altos y listos?— le pregunte una vez.
— ¡Oh, seria ideal!— me contestó— Pero eso es imposible.
Y añadió que todos los hombres geniales han sido casi enanos. Mozart, Beethoven, Goya, Schubert, Kant, Napoleon, Julio Cesar, Alejandro, Colón...
— ¡Como!— lo interrumpí— ¿Colón era también pequeño?
— Naturalmente— me respondió.
Y cambio de tema. Pero yo estaba tan confundida que don Miguel me recordó con voz afectuosa que la realidad es con frecuencia dura y desconcertante. La realidad es nuestra peor enemiga y debemos vencerla con la indiferencia, con el olvido.
Incluso con el desprecio. La realidad no soporta el desprecio. Ahí está su telón de aquiles."

tEXTO: 'Inés volvio a la tierra' \ Manuel Fernández de liencres

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