El tríptico del
Museo del Prado es el más grande y, posiblemente, el mejor de los cuadros de
Bosch. Llamado en conjunto ‘
El jardín de los deleites terrenos’, comprende en realidad tres plafones:
Paraíso (ala izquierda),
el Jardín Terreno en sí (plafón central), y la representación de un
Infierno Musical (ala derecha). Esta obra maestra es de una concepción altamente compleja en todos los aspectos. Sólo en el aspecto puramente estético, sin embargo, está absolutamente clara, como una impresionante exhibición de colores brillantes y sutiles, cual la interpretación de un virtuoso en técnica plástica, y como un testamento incomparable de la imaginación creadora.
Más allá del triunfo estético, el lenguaje y las intenciones de Bosch quedan envueltos en el misterio. Como panorama de elementos simbólicos, muchos símbolos medievales identificables aparecen mezclados con representaciones simbólicas de concepto totalmente original.
El globo de cristal, el huevo y el unicornio son símbolos utilizados en la alquimia, y algunos eruditos deducen que Bosch pudo haber sido discípulo de la antigua ciencia. Existe una controversia en cuanto a si ‘
El Jardín de los deleites terrenos’— la obra de Bosch de un colorido más brillante — fue utilizado como objeto de censura moral o bien como una imagen de la adecuada armonía de la carne y el espíritu, antes de la caída. Si esto último es cierto, se ha llegado a sugerir que Bosch pudo haber estado afiliado a una secta agnóstica hereje que abogaba por el desenfreno como forma de exaltación espiritual. Otra teoría no confirmada es la de que la cabeza prominente del Infierno Musical, puede ser un autorretrato.
Se ha conjeturado que Bosch pudo haber tenido ciertos contactos con la pintura y el pensamiento orientales. En cualquier caso, la imaginación de Hieronymus Bosch puede ser considerada como un puente que une el espíritu medieval con el moderno, con una estética dramáticamente superreal cuatro siglos antes del superrealismo.
tEXTO: extracto de "Cien obras maestras de la pintura"


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