Compendio de un alma enferma

otal, que para terminar de reventarme el día me tomé un café, muy cargado, con tan sólo unas gotas de leche. Había leído mi ración del día, rastreado la red en busca de información, y ahora intentaba escribir algo. Escuchaba Mártires del compás, y en concreto una canción que se llama “El bosque”, la cual suelo tararear miserablemente hasta la saciedad. Pero no era tan tarde, el reloj marcaba las 20:48, la sombra iba cayendo sobre la ciudad por entre los edificios, casi no había ruido, las hojas del árbol que hay delante de mi ventana, desde donde escribo, se mecía contorsionado por el viento. Esperaba a mi hermano, que tendría que haber llegado ya, pero como no lo acababa de hacer empecé a desesperarme. Entre tanto me llego esta idea: La Corporación tiene medios, y vela por sus miembros. ¿A que venía esto? No lo sé. ¿A una hermandad, la cual tiene ramificaciones por el ancho mundo, y no ha contactado todavía conmigo? Pero jamás pertenecería a una hermandad que me admitiera como socio. A mi hermano le gustan las frases célebres de Groucho Marx, y yo todavía no he reparado en él. Con quien si me he topado de verdad, y de su copa he bebido hasta saciarme ha sido de Herman Hesse. Su Siddhartha y su Demian fueron para mí como la lluvia de Mayo para mis raíces; pero antes de estos llegó “El lobo estepario” del que ya he contado que lo he releído como cuatro o cinco veces, y aún cuando en el tiempo lo vuelva a leer, no dejará de sorprenderme, ni de serme nuevo. También he intentado encontrar sentido y alivio en el pensamiento de Nietzsche, al que he leído como simple curiosidad (la que mató al gato), y creo haber entendido algunas cuantas ideas, aunque, a decir verdad, he tenido que leer y releer una y mil veces los escritos, a veces sin llegar a enterarme del todo, o con la incertidumbre de si la idea que yo concibo es la que él quería hacer entender. Tampoco es que yo sea tan buen entendedor como me hubiese gustado, siempre he luchado desde mi medianía, no he destacado ni por arriba ni por debajo, debo de ser, entre los humanos, uno demasiado humano.

TEXTO: D

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