La soledad requerida

o cierto es que llegué a casa cansado, sobre la mesa, en una olla, había sopa, pero no se me apetecía sopa sino algo sólido, así que me comí una bolsa de Risketos, esos gusanitos de color naranja, que había comprado por la mañana. Mi hermana y mi madre veían la tele, pero yo ni me acerqué, me he jurado que nunca más veré la tele. Nada de Gran Hermano, nada de noticieros, nada de Ana Rosa, nada de Belén Esteban, nada de Jorge Javier Vázquez; acaso un poco de fútbol, y muy de vez en cuando, acompañado de un botellín de cerveza y unas aceitunas.

Ahora me dedicaba a escuchar música todo el día, a repetir una y mil veces una canción, a escuchar la letra hasta aprendérmela, a tararearla sin consideración alguna con los oidos de los que me rodean. Estaba un poco flipado con todo esto de la música, pero para encontrar argumento para escribir debía tener la adrenalina a tope, si no, todo lo que soy capaz de idear se convierte en una porquería difícilmente digerible. Y bueno, ahí estaba yo, como os digo, rebobinando y dándole al play a mi última adquisición, quemando la pista. Tenía también, en el escritorio de mi portátil, un montón de archivos con pequeñas anotaciones, casi todas frases sueltas, que esperaba me sirvieran de algo llegado el momento, pero que se iban acumulando de tal manera que ya no sabía que hacer con ellos, supongo que como me harte terminarán todas en la papelera, y otra vez a empezar.

Y a lo que más tiempo dedicaba, casi rozando ya la obsesión, era a mi blog. No me gusta verlo estancado, para mí es como un compromiso que he adquirido conmigo mismo, y lo trato con el esmero con que se cuida a un Bonsai, o se cría a una mascota desde que es cachorro, o se riega un jardín. Y es verdad que me cuesta un huevo encontrar material de calidad, actualizarlo sin caer en el morbo fácil, en algo poco estético y ético (he aquí la función del diseñador). Muchas veces pienso que si expresarse de tal y cual manera puede herir sensibilidades, de si esta y tal fotografía pueden buscarme una ruina, y me cuido mucho de no situarme fuera de juego. Es muy complicado ser a la vez juez, soga, y verdugo de uno mismo. No obstante; para mí se ha convertido en un trabajo gratificante que me proporciona no pocas satisfacciones, a la vez que mitiga mis pesares, y ya saben: hombre ocupado vale por dos; y donde caben dos caben tres.

TEXTO: D

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