pareció durante un breve periodo de tiempo, y luego desapareció sin dejar rastro, como la estrella fugaz que se esconde detrás de una nebulosa. Con ello quiso decir acaso: estoy viva, aquí sigo, lucho, persigue tu sueño hasta darle alcance, no desfallezcas en tu empeño; tu cicatriz sangrante, la que no se cura, soy yo misma. ¡Oh!, todas las tinieblas en las que habito, se contrajeron de repente a mi alrededor. Las fuerzas que me faltaban llegan ahora en mi auxilio, la mano que antaño temblada, ahora es un martillo que golpea contra el yunque del que saltan chispas. Ya no temo a nadie, mi amor que una vez fuiste. Nietzsche se personifica en mí en Zaratrusta, Goethe me asiste con su Fausto, Hermann Hesse me ofrece la grata compañía de Siddharta y aún la de su noble y fiel sombra Govinda. Pero si con alguien me puedo identificar de verdad, ¡ese es el Holden Caulfield del “Guardián entre el Centeno”!
.
...Se me hace tarde, mi lucero que brilla al alba, debo irme, vuelvo a mis quehaceres más mundanos y en consecuencia, menos divertidos. En otro momento nos encontraremos. Tan sólo siento un poco de pena por la eterna espera a la que soy sometido, una minúscula gota en comparación a un mar de alegría.
--
D
No hay comentarios:
Publicar un comentario