Caminando bajo la lluvia ( y sin paraguas)

oy he vuelto a caminar bajo la lluvia, como queriendo limpiar mis culpas, como queriendo que el agua se llevara mi angustia, mi pena, mi fatiga. Venía pensando en muchas cosas mientras caminaba desde la estación de autobuses, pensaba en como seria la vida de las personas que coinciden conmigo. Yo solo hago mirarlas y casi puedo leer en su pensamiento. Percibo al muchacho que se baja una parada anterior a la mía y que silencioso mira hacia al frente y con el que no cruzo ni una palabra, a la chica guapa pero tímida que se aparta a un lado fuera de la parada, tampoco le digo nada. Al extranjero inmigrante que trae consigo un periódico en la mano y lo lee con atención lo que dura el recorrido; trae también el oscuro color de su piel y su acento extranjero, y algo aun peor, el que sufren las plantas que son desenterradas de raíz y puestas en cualquier otro lugar: el desarraigo. Miro al chofer y noto en su semblante el peso de la rutina y acaso él nota lo mismo en la mía: “buenos días” le digo a modo de saludo, “buenos días” me compadece.

También yo esta mañana leía el periódico, pero uno que no me gusta, por breve y porque sus páginas son todas publicidad, si, pero aún menos da una piedra, ¿no? Leí mi horóscopo para alegrarme un poco y ver si por una maldita vez acertaba en su pronóstico el bromista que los escribe: ni de lejos.
Pensaba en mi jornada de trabajo, en las personas con las que trabajo, en las bromas que nos gastamos, y en que los voy a dejar atrás como con todas las cosas, y en la sensación de perdida que tendré cuando sin mirar hacia atrás salga por la puerta. Debo decir que existen las personas buenas en esta tierra, y que me las tropiezo demasiado a menudo con la consecuencia de que uno se vuelve horriblemente frágil para con ellos. Me hablan con sinceridad y yo los siento muy próximos, sobre todo en la hora del desayuno, en una cafetería al lado de la empresa. Casi siempre esta abarrotada y los camareros son también muy amables y como nos conocen bien siquiera hace falta que pidamos. Yo siempre tomo tostada sevillana de pan de chapata y café con leche. La tostada Sevillana para el que no lo sepa consiste en jamón york, tomate triturado y aceite; el café lo tomo bastante cargado. Normalmente en esta media hora solemos hablar un poco de todo, de lo cansado que estamos y alguna cosa de la vida de cada cual. También solemos coincidir con uno de los jefes y solemos bromear mientras pedimos. También coincidimos con las “niñas” que son las del departamento de ensobrado manual. Pero con ellas me comunico poco, más que nada por dejadez y porque soy un tímido de cojones. Aunque si no eran paranoias mías, he notado que la chica ‘de mis ojos’ me miraba, y yo apartaba la mirada, así unas cuantas veces, intentando desviar mi sentir hacia ella, que no es mucho, casi nada, pero me atrae, no mucho, solo un poco.

Así volvía yo caminando, cumpliendo mi penitencia, mirando a todos lados, cayéndome el agua en lo alto. Tenia sed y me detuve en un quiosco, compre una lata de Cocacola y me la fui bebiendo sorbo a sorbo. De vez en cuando miraba hacia atrás para cerciorarme de que no me fuera a atropellar el tranvía ya que iba muy cerca de las vías, fui pasando por unas enormes fotografías en blanco y negro que habían instalado en mupis a lo largo del trayecto en ocasión de la Bienal de Flamenco y poco a poco me iba acercando a mi casa. Me imaginé entonces sentado en la mesa, mi madre mirando una telenovela y rellenando un Sudoku, a mi padre no conseguí situarlo, supongamos que se acaba de ir a dormir la siesta (él no la perdona). Mi hermana en el sofá dormitando; y mi gato loco suicida intentando cazar alguna pelusa, cuando no durmiendo, que es lo que suelen hacer muy a menudo los gatos.
--
D

1 comentario: