Amores perros

e cuando en cuando el perro se detiene y olfatea, acto seguido levanta la pata y vacía la vejiga sobre la pata de un banco. Luego sigue su paseo con aire triunfal mientras el dueño le sigue unos pasos atrás. El hombre en cuestión viste una gorra a modo de protección contra el frío, a decir verdad es una gorrita negra bastante hortera pero debe calentar al menos. En sus orejas lleva unos auriculares y escucha a través de la radio que tiene en el bolsillo las noticias del día: desplome bursátil, múltiples colisiones a causa de la niebla en una carretera en el norte del país, una niña que desaparece sin dejar rastro en un pueblo de la costa y solo es una de tantas.

El hombre prosigue su paseo respirando un poco del aire contaminado de la ciudad y es de los pocos momentos que tiene para si mismo, porque el resto del día lo dedica a hacer los mandados de la casa, sin remuneración alguna porque ya esta jubilado. Él es el hombre de los recados y sin protestar acude a cada establecimiento del barrio a hacer la compra de la semana. Las personas que lo conocen son pocas, diríase que su familia es lo más cercano que tiene pero nunca ha tenido un mal gesto con nadie aunque ya que viene no lo dejemos pasar, hay cada vecino que sería cuestión de echarle de comer aparte. camina el hombre despacito por los arriates del barrio y de tanto en tanto su perro mira hacia atrás para cerciorarse de que el amo le sigue y luego se vuelve hacia delante y echa a correr sin alejarse demasiado. Parece como si ese chucho y él pudieran entenderse con tan solo estar cerca el uno del otro.

Desde un banco cercano, sentado con unos amigos en medio de una plaza, lo vemos pasar delante nuestra y cuando se da cuenta de que lo observamos se gira y nos saluda amablemente sin detener el paso. Sonrío para mis adentros, porque el hombre del que os hablo es mi padre y el dichoso can que le acompaña es mi molesta mascota.

TEXTO: D

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